Imagen del desastre ocasionado por el río Frayle a su paso por Florida. |
La
avalancha que convirtió a Florida en otro Armero
Por Milton Fabián Henao
Las
nubes grises cargadas de un fuerte aguacero,
como le escuché decir a mi abuela en aquella tarde, se convirtieron en
el presagio más cercano de lo que estaba por venir. “Mire ese cielo como está.
Va a caer un diluvio”, dijo.
Las
populares cabañuelas, tradición con la que nuestros abuelos descifraban las
condiciones climáticas de todo el año, sol o lluvia, según los primeros doce
días del mes de enero, fue el antecedente.
El
sol que bañó las montañas de nuestra población en horas de la mañana distrajo
de cualquier preocupación a todos aquellos que ese día nos levantamos para ir al colegio, abrir el
negocio, vender el pandebono o ir a la
Plaza de Mercado.
“No
se olvide de ir a la galería a traer los maduros de la comida”, dijo mi madre,
a eso de las 3:30 de la tarde.
Y
ahí estaba yo. Parado frente al popular jarillón, que separaba al barrio La
Cabaña de los potreros adyacentes al rio Frayle. No alcancé a ir a hacer el
mandado. Pero si alcancé a palpar la tragedia. Eran las cuatro p.m.
No pude evitar que la piel se me erizara y que mis ojos se inundaran de lágrimas, así como se inundó ese día
Florida de lodo, agua, piedras y cuerpos mallugados, que emergieron cubiertos de dolor.
De
pronto vi cómo un pequeño roedor, subido en la astilla de un pedazo de árbol, trataba de llegar a la orilla utilizando su cola como
hélice y motor de propulsión para saltar
a tierra firme. Me cobijaba el asombro.
Es
el momento que más recuerdo, el que menos dolor me produce, el que da cuenta de la magnitud de
la tragedia. Unas aguas enfurecidas que escudriñaron todo rincón de nuestra
población y que sacaron a flote los cuerpos de por los menos unos 29 floridanos
que sucumbieron ante la bravura del río. Flotar.
De
los demás, aún no se sabe 22 años después.
El lodo y el río se los tragó y convirtió a los barrios Brisas del Frayle,
El Pedregal, El Prado y La Playita en un
camposanto en el que hoy sólo habitan
las almas de quienes murieron ese día.
“Lo
mismo ocurrió hace 18 años”, decía doña Aurora mientras trataba de encontrar dónde
había quedado su casa y de la cual logró salir corriendo para salvar su vida
por segunda vez. “Cada 20 años se repite
esta avalancha. En la primera, nos tocó subirnos a los techos de las casas”,
añadió
La creciente no avisó
Otros
no tuvieron la misma suerte de doña Aurora. La intempestiva creciente del rio
Frayle no avisó, como si ocurría en otras ocasiones. Las lluvias y la sirena
del cuerpo bomberil anunciaban cualquier anormalidad en el cauce del afluente y
alertaban a la población.
Pero
ese día, en segundos, el río estaba en la los patios de las casas, en las
piscinas delos balnearios ubicados en la parte alta, en las calles del municipio, por encima de los
puentes y, sobre todo, arriba de las vidas
de muchos.
Aquella
tarde, pese al cielo encapotado de
nueves grises, no cayó una sola gota de agua. Toda llegó de repente, desde
la parte alta y transformada en una
avalancha que cambió la vida de Florida. Tanto, que hasta hoy seguimos
sufriendo las consecuencias y las problemáticas de esta tragedia.
“Prácticamente
se convirtió en otro Armero”, expresaban los comunicadores que cubrieron los
hechos, en referencia, guardadas las proporciones, al deshielo del volcán
nevado del Ruíz que cubrió el municipio de ese nombre en el Tolima, lo arrasó y
causó más de 20.000 muertes: todo el pueblo desapareció. De hecho le decían Armerito a Florida.
Florida
otra vez fue noticia nacional. En esta ocasión no por cuenta del conflicto,
sino por la naturaleza que se ensañó contra unos pobladores que históricamente
han vivido de tragedia en tragedia.
Abandono
estatal, pobreza, miseria, violencia guerrillera, violencia paramilitar, corrupción
política, y, ahora, la delincuencia
común.
Colombia
se volcó hacía nuestro municipio. Las ayudas nacionales e internacionales no se
hicieron esperar. Las campañas para ayudar a los más de dos mil damnificados,
habitantes de por lo menos 400 casas, se volvieron cotidianas.
El
presidente de la época, César Gaviria, visitó Florida, sobrevoló la zona del desastre y prometió
ayudas y subsidios de vivienda.
Las
calles de la población se transformaron en autopista de tierra al secarse el
lodo, los colegios públicos, en refugio de los damnificados. Tuvimos que
compartir con ellos por lo menos durante 12 meses.
Recibimos
clases en medio del llanto, de la tristeza expresada por quienes lo perdieron
todo. Las enfermedades epidemiológicas llegaron para complicar la situación.
Con
el tiempo todo empezó a volver a la normalidad, los damnificados fueron
reubicados en lo que hoy conocemos en esta localidad como Nuevo Horizonte, El
Progreso y La Hacienda, pese a que Ingeominas había expresado que el terreno no
era apto para construir y la CVC sostenía que seguía siendo una zona de alto
riesgo.
El balance
El
balance de la tragedia fue de 29 personas muertas, 120 heridas, un sinnúmero de desaparecidos, 438 casas
destruidas, 395 averiadas, cuatro barrios borrados del mapa y más de dos mil
damnificados.
De
esa magnitud fue la Avalancha del rio Frayle, ocurrida el 31
de enero de 1994, cuando las lluvias ocurridas en la parte alta del
municipio generaron una gran avalancha, alimentada de las aguas del rio Santa Bárbara,
que unidas a las del Frayle produjeron una de las tragedias más recordadas de
esta población.
De
la avalancha hoy seguimos viviendo las consecuencias. Las casas levantadas en
las zonas de reubicación presentan daños
en sus estructuras porque el terreno no
es apto para construir como se advirtió.
Los subsidios prometidos por el presidente
Gaviaría llegaron, pero fueron robados
por funcionarios púbicos inescrupulosos. De hecho, el municipio tiene una
sanción que le impide ser beneficiario de proyectos de vivienda de Interés Social,
porque nunca lograron justificar a qué
personas les fueron entregados los dineros.
Finalmente,
y quizás es lo más grave, quienes llegaron a ocupar las viviendas de las
personas damnificadas fueron desplazados de Buenaventura, Tumaco y otras
poblaciones cercanas como Miranda y Puerto Tejada.
Ello,
asociado a la falta de empleo, educación y otras oportunidades, sumado a
ingobernabilidad de los mandatarios
locales, ha generado otra tragedia: la explosión de la delincuencia común que
ha cobrado la vida de muchos ciudadanos de esta población en los últimos
tiempos.
Domingo 31 de enero de
2016.
(*) Periodista
vallecaucano, corresponsal del Canal Telesur en Colombia.
Florida inundada por el barro y al desesperanza hace 22 años. |
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