El
Chocó se lo están repartiendo a pedazos
En realidad el tratamiento que desde Bogotá le han dado el Chocó es
muy similar al que la metrópoli española le daba a las colonias. En el
peor de las circunstancias ha sido gobernada como si se tratara de una empresa
comercial.
Por Carlos
Victoria (*)
Muchos
de los 30 municipios del Chocó todavía viven como si fuese el siglo XIX. Sin
energía, sin agua potable, sin alcantarillado, sin vías de comunicación, y lo
peor: la figura del Estado Nación es una quimera. Está todavía en el papel. De
no ser por los paros
de todo tipo, las pocas obras de infraestructura no
existirían y menos la inversión social. El Chocó de hoy es el resultado de
los avatares y las
reacciones espasmódicas de los gobiernos de turno. No hay institucionalidad
que valga. Ni los consejos comunitarios, ni los resguardos indígenas ni mucho
menos las autoridades gubernamentales tienen el control de las decisiones en el
territorio. Es la constante histórica.
En
realidad el tratamiento que desde Bogotá le han dado el Chocó es muy similar al
que la metrópoli española le daba a las colonias. En el peor de las
circunstancias ha sido gobernada como si se tratara de una empresa comercial.
Los encomenderos de hoy son las transnacionales de la minería a los que la
Nación les ha concesionado miles de hectáreas para extraer metales preciosos y
recursos madereros, como lo constata el escándalo por la explotación de la selva
en Bahía
Solano concesionada a una firma canadiense, y la usurpación de tierras a
campesinos para la expansión de la Palmicultura en el Urabá Chocoano. El Chocó
se lo están repartiendo a pedazos.
Según
denuncia la Federación Minera del Chocó,
mientras el gobierno criminaliza la actividad minera tradicional, por otro lado
ha entregado en concesión vastas zonas a trasnacionales, en territorios de
resguardos indígenas y de Ley 70. Bajo el título “El mapa del despojo”, la asociación de pequeños mineros denunció
cómo se cedieron 127 mil hectáreas a las empresas multinacionales la Gold
Ashanti, y Condoto Platinum Limited (PCL). A los indígenas y
comunidades negras nunca se les consultó que se iban a desarrollar proyectos
mineros. Y tan solo esta cifra es para dar cuenta lo que sucede en Bebaramá, en
el Medio Atrato.
Por
su parte la Asociación de Cabildos
Indígenas del Chocó ha sido reiterativo en sus denuncias sobre las
estrategias que emplean las compañías extranjeras para hacerse a los títulos
mineros. En la actualidad se están tramitando solicitudes de concesión por casi
tres millones de hectáreas, lo que representaría no menos del 60 % del
territorio chocoano. La lista la encabeza Anglo Gold Ashanti, Anglo América y
Rio Tinto de capital inglés, y la firma brasilera Votorantim. Como en otros
mercados el pitufeo es evidente: la estrategia consiste en fragmentar
las empresas en otras tantas para hacerse menos notorias. En resumen: tan solo
la Anglo Gold Ashanti tiene en su poder 92 mil hectáreas de títulos para la
explotación minera por 30 años, y las cuales fueron entregada por el gobierno
de Uribe en el 2008.
Parece
que el tiempo se hubiera detenido en "el
Chocó que Colombia desconoce", como lo describió Gabriel García
Márquez hace más de medio siglo en unas crónicas periodísticas que denunciaban
la marginalidad del
departamento. En medio del reciente paro armado que bloqueó ríos y vías, el
Departamento Nacional de Planeación, ratificaba que junto al Cauca y la
Guajira, el Chocó
encabeza la lista de los departamentos con mayor pobreza en todo el país. Es
una paradoja no obstante ser el único departamento que posee dos Océanos, una
biodiversidad amenazada por las explotaciones mineras y forestales, y una
cultura de la cual depende la identidad interétnica.
Las
cuentas que hace el columnista Albeiro Moya Mena sobre la
pobreza son estas: “El Chocó posee los índices de pobreza más altos del país.
Según las necesidades básicas insatisfechas, ésta ha aumentado a un 62.2% y la
miseria presenta un índice del 23.5%. De otra parte, la pobreza por ingresos
registra un índice del 75.3% y la indigencia es la mayor del país con un
porcentaje del 47.4%. Además, posee el nivel más alto de analfabetismo de todo
el país con el 23.3%. Por último, el índice de condiciones de vida sólo llega
al 55.3%”. Los datos vienen al caso porque, finalmente, esta es la herencia que
recibió el pueblo chocoano después de 70 años de explotación minera de la
compañía norteamericana Chocó Pacifico
S.A., tras una concesión otorgada por el gobierno en 1880. Como se puede
observar el dominio del capital extranjero sigue siendo un rasgo del
exterminio, la expropiación y la miseria.
Durante
el gobierno de Uribe, el ex senador risaraldense Juan Guillermo Ángel Mejía, en
calidad de consejero presidencial para el Chocó, recomendó la disolución del
departamento tras considerarlo inviable desde todo punto de vista. Antes de
terminar ese mandato la justicia colombiana condenaba a dos de los jefes
políticos que por décadas atenazaron el poder regional. En su confesión
alias ‘El
Alemán’ le explicó a la Corte que “sí
se hicieron alianzas y pactos con varios de los políticos del Chocó para llegar
a diferentes cargos públicos, como el Congreso, alcaldías o la Gobernación”.
Diversos diagnósticos coinciden en achacarle a la clase política chocoana su
responsabilidad en los indicadores que degradan la condición humana en esta
parte del país.
A
la ancestral fiebre del oro, se suma ahora la boom de las regalías.
El riesgo de corrupción es inmenso, y el actual gobernador Murillo, un líder
que se ha rodeado de un selecto staff de tecnócratas afroamericanos ha
prometido absoluta transparencia y eficiencia en el uso de esos recursos. La
expectativa es inmensa en un territorio donde las elecciones son amañadas y la
gestión pública se ha caracterizado por la corrupción
y la ineficiencia. Otro tanto, desde la Ruta Q, busca Zulia Mena, la alcaldesa de Quibdó que
logró derrotar a la maquinaria política en las elecciones de octubre de 2011.
Mario Díaz, uno de sus asesores subraya que “la comunidad internacional
debe presionar para proteger el medio ambiente”, a merced de diversidad de
intereses.
Durante
el acto de conmemoración de los 40 años de la fundación de la Universidad
Tecnológica del Chocó, uno de sus fundadores - el abogado Jesús Lozano - desató los
aplausos del auditorio tras afirmar con vehemencia que los “chocoanos lo único que tenemos es tierra”.
Llamó a defender el territorio, porque a través de la historia ha sido el
bastión de la libertad del pueblo chocoano, la cual está hoy bajo amenaza no
solo porque en Bogotá residen 50.000 chocoanos expulsados por la violencia y la
falta de oportunidades, sino porque la voracidad del “boom minero” parece incontenible.
En Quibdó se estima que subsisten 54 mil desplazados.
Desde
el Foro Chocoano pro-salida negociada del conflicto armado colombiano sostienen
que “el Chocó ha sido victimizado
por los intereses y agendas de los actores armados que se profundizan desde
mediados de la década del noventa, coincidiendo con la primera adjudicación
colectiva del territorio para comunidades negras en el bajo Atrato”.
El pasado miércoles 7 de marzo, unos cuantos ciudadanos desafiaron
el paro armado y salieron a las calles de Quibdó no a demandar más pie de
fuerza, sino a buscar respuestas en medio de un contexto endurecido por las
diversas expresiones de un conflicto de alta complejidad.
Como
sostiene Hobsbawm (2011) el
Chocó es una sociedad multiétnica basada en la comunidad y la cooperación, y no
propiamente en la competitividad que pregona el neoliberalismo. Este factor poco
a poco viene desapareciendo tras la nueva oleada colonial de la globalización
capitalista que, como se observa en otras culturas, destruye las viejas formas
de vida y las relaciones humanas sin proporcionar alternativa alguna. Por ahora
no es suficiente la resistencia étnica y social. Es clave, como se escucha
desde los pasillos de la Alcaldía de Quibdó, que los chocoanos puedan tener una
idea propia de desarrollo. En esa perspectiva la biodiversidad y la
cultura están en un costado de la balanza, en el otro fiel está la
“civilización” y ya sabemos qué diablos significa.
11
de marzo de 2012
(*) Editor del
blog Agenda Ciudadana
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