La comunidad debate sobre las adyacencias al Zanjón del Burro. (Foto: Periódico Publimetro). |
¿POSTRARNOS A LOS PIES DE URBANIZADORES
Y ESPECULADORES DE TIERRAS?
Por
Diana Vinasco (*)
“Se ha creado un mito alrededor de la
babilla, ese espantoso monstruico que han querido endiosar y que no es más que
un semicocodrilo revejido al que le están rindiendo pleitesía y pretenden que
una ciudad -postrada ante sus patas- detenga y cancele obras de interés común
para no alterar el hábitat de tan horripilante animalejo”.
Así inicia el señor Mario Fernando Prado
su habitual columna “Sirirí” en el diario El País, de Cali, el pasado martes 1
de marzo, titulada “Para
qué sirve la babilla”, con la que trata de distraer la atención de la
verdadera discusión, centrándola en la babilla, que bien podría ser trasladada
porque incluso allí corre peligro y además, según él mismo afirma, llegó de
cuenta de un “traqueto” (debe tener muy buenas fuentes el señor Prado, pero
mejor no le recordemos su pasado).
La discusión no es tanto la babilla, la
discusión está realmente en el lago de la babilla, en el Zanjón del Burro, en
las aguas subterráneas que allí se encuentran, en las 7.2 hectáreas que contienen
30 especies de flora, 21 de aves, 5 familias de anfibios y reptiles y 7 de
mamíferos (datos tomados del mismo diario donde al señor le permiten hacer de
columnista).
Reducir la discusión a la ubicación del
reptil no es más que una estrategia del Sirirí para que, en vez de debatir
sobre el impacto ambiental y la movilidad (los dos de interés común), le
restemos importancia al tema, y en vez de tratar de reconciliar las ideas sobre
medio ambiente y obras de infraestructura –que en un mal chiste califica como
postrarnos ante las patas de la babilla–
nos postremos ante las patas (ahora sí) de los urbanizadores y
especuladores de los terrenos de la ciudad, que miran con ansias las ganancias
que obtendrán al continuar urbanizando el sur hasta pavimentar el río Pance,
que al tal Sirirí le debe parecer un charco de pobres.
En él se podrían construir unas cuantas
urbanizaciones de cuenta de sus amigos o trasladar el Club, si de pronto algún
día la justicia (que cojea pero llega) ordena devolver los terrenos robados al
Municipio.
¿Cuáles serán los verdaderos intereses
de la columna? ¿Con quién pretenderá congraciarse?, ¿Será realmente la
movilidad el interés del señor Sirirí?
(*)
Licenciada en historia de la Universidad del Valle.
Cali,
miércoles 2 de marzo de 2016.
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