“Las élites le tienen miedo a la paz”
Por
Luis Alfonso Mena S.
El senador de la República Iván Cepeda
Castro denunció en Cali que “las élites colombianas le tienen miedo a la paz, tienen
temor de que se acabe la guerra, pues por primera vez existe la posibilidad de
que surja algo inédito en el país: la democracia”.
Al intervenir en el segundo día de la
Cuarta Cumbre Nacional por la Paz, concluida el viernes 13 de noviembre en la
Universidad Libre de Cali, Cepeda Castro
fue enfático en afirmar que la academia tiene el deber de entregarle
herramientas a la sociedad para sacar adelante el proceso de paz y aportar a la
posguerra.
En
tal sentido destacó el pronunciamiento de los estudiantes colombianos
reclamando ser incorporados en la construcción de la paz, y puso de relieve que
con el fin de la guerra se podrán producir cambios, como la reforma al sistema
político, una mínima democratización de los medios de comunicación social y una
reforma rural.
“Es a esto que las élites le tienen un
inmenso temor”, recalcó el defensor de
derechos humanos, al tiempo que señaló que no se debe poner trabas a la
aprobación de los acuerdos de La Habana. “Los invito a trabajar de manera seria
en la refrendación de esos acuerdos”, insistió.
Ante numerosos asistentes que colmaron
el auditorio Gerardo Molina del alma máter, el congresista dijo que “las
fuerzas Armadas continúan actuando y los paramilitares también, por lo que se
requiere una gran presencia humanitaria en las regiones para certificar el cese
el fuego definitivo”.
Destacó que el país se encuentra ante un
gran reto: el Plan Nacional de Paz, que debe abarcar por lo menos 350
municipios “en los cuales hay que intervenir para dotarlos de carreteras,
hospitales, escuelas”, simultáneamente con el desarrollo de un programa de
sustitución de cultivos y zonas de reserva campesina.
“Esa es la tarea más alta: construir la
paz como el desarrollo de una revolución democrática en el país”, puntualizó
Cepeda Castro, quien al final fue objeto de notorias expresiones de solidaridad
de los asistentes, ante las amenazas de sanciones que se ciernen sobre él
provenientes del Procurador General de la Nación.
Los
costos del posacuerdo
La intervención del senador Cepeda fue precedida
por la disertación de la ex ministra de Agricultura Cecilia López Montaño, quien centró su exposición en los costos
económicos del posacuerdo y sostuvo que “éstos no se conocen”, como “tampoco
los de la guerra”.
Según explicó, se ignoran “porque el
país ha crecido, pero desigualmente; porque las élites urbanas han sufrido
poco, las élites rurales en algunos casos han concentrado la tierra y el
sufrimiento de la población rural ha sido ignorado”.
Sin embargo, esos costos fueron
calculados por la ex congresista liberal en dos billones de pesos anuales, lo
cual implicará más impuestos para los grandes capitales y castigo para los
grandes evasores.
López Montaño aseveró que hay que acabar
las relaciones de poder entre el Estado y los empresarios, reconstruir el agro,
que es una tarea titánica, y desarrollar una política con liderazgos honestos,
no como los que fueron elegidos el 25 de octubre en el Valle del Cauca, frente
a los cuales llamó a hacer veeduría permanente.
Indicó que en la etapa de los
posacuerdos, “la ampliación de la democracia y el fortalecimiento territorial
implicarían un poco más de un punto del Producto Interno Bruto, PIB, al año”, y
recordó que “hay cinco millones de colombianos viviendo con siglo y medio de
atraso y persisten enormes brechas entre las regiones”.
“Las únicas élites que no han cambiado
en América Latina son las colombianas”, subrayó, y manifestó que el país urge
“construir una verdadera base productiva y bienes públicos que otorguen
derechos y no limosnas a los menos favorecidos”.
“Relativamente no es la paz lo más
costoso… el costo fiscal de la paz es más bajo probablemente que el ajuste
fiscal requerido; por consiguiente los verdaderos costos de la paz son los no
económicos”, puntualizó.
Falta
equidad regional
El economista y catedrático
universitario Jorge Iván González
también se refirió a los aspectos económicos del posconflicto y señaló que “se
debe avanzar hacia la equidad regional y hacia la redistribución del ingreso,
donde aparece necesariamente el asunto tributario”.
González alertó en consecuencia sobre la
separación de las grandes capitales con respecto de las regiones, y puso como
ejemplo los casos de Bogotá, Cali y las ciudades de la costa Atlántica.
Cali se distancia de Buenaventura, pues el
puerto se encuentra cada vez más alejado del ritmo de desarrollo de la capital
del Valle del Cauca, sostuvo, y agregó que Soledad, en el Atlántico, no
converge hacia Barranquilla, ni Soacha hacia Bogotá.
El catedrático explicó que en Colombia
hay 7.700 proyectos en el Departamento Nacional de Planeación, advirtió que así
“no vamos a conseguir equidad regional”, manifestó que “la concentración del
ingreso no se modifica” y reclamó utilizar un porcentaje de las reservas internacionales
del país en inversión social.
Pobre
ayuda internacional
El catedrático Daniel Libreros, por su parte, hizo una detalla exposición de la
crisis económica que sacude al capitalismo global y sus implicaciones en
América Latina, y denunció que “estamos montados sobre una burbuja de
especulaciones, estamos en un escenario peor que el de 2008, pues aumentó el
endeudamiento en el mundo”.
“Lo que pasa en el contexto
internacional es fundamental para el país y la paz”, dijo y advirtió acerca de
la escasa ayuda internacional para el posconflicto poniendo como ejemplo que
las transferencias de jugadores de fútbol como James Rodríguez o Jackson
Martínez costaron el doble de lo ofrecido hasta ahora por las potencias
capitalistas para la posguerra en Colombia.
“¿De dónde van a salir los recursos del
posconflicto?”, se preguntó Libreros, y vaticinó, como lo hicieron los
anteriores expositores, incrementos del IVA y nuevas privatizaciones, frente a
lo cual llamó a estar alertas.
Para Libreros una de las alternativas es
exigir la condonación de la deuda externa, más aún cuando los bajos precios del
petróleo han causado un enorme desbarajuste en el presupuesto nacional.
Cuestionamiento
al centralismo
En horas de la mañana del viernes
intervino también el catedrático Libardo
Orejuela Díaz, rector de la Universidad Libre de Cali, quien recordó que
esta es la única institución de educación superior en Colombia hija de una
posguerra, la de los Mil Días, después de la cual Rafael Uribe Uribe y Benjamín
Herrera la crearon como fruto de la paz, con una filosofía laica y republicana.
Orejuela Díaz se refirió también al peso
del narcotráfico en el conflicto colombiano, sostuvo que hay más de 30
generales comprometidos a lo largo de la historia reciente del país con el fenómeno,
y rememoró que los CAI creados en Cali “eran cinturones de seguridad para los
señores de la época”.
Para el catedrático universitario, “en
las ciudades donde no ha habido guerra, los jóvenes consideran que da lo mismo
firmar o no los acuerdos”, por lo que, agregó, “a esto hay que meterle
sociedad”.
Cuestionó también el centralismo
existente en el país, que desconoce las regiones, lo cual se expresó, por
ejemplo, en la conformación de la Comisión de la Memoria Histórica, que “se
redujo al centro y la guerra no está allá; la guerra está aquí, con los
escuadrones insurgentes del Cauca; la guerra se está librando en Nariño, Chocó
y el Valle del Cauca”.
Igualmente, llamó la atención sobre los
peligros para los posacuerdos, y alertó sobre arremetidas de los enemigos del
proceso de paz que “están vivos y agazapados para procurar deslegitimar en las
urnas lo pactado en La Habana”.
Pozo
de infamias
Finalmente, el docente Fernando Duque Nivia sostuvo en la
sesión matutina del segundo día de la Cuarta Cumbre por la Paz que “Colombia es
el único país del mundo donde las tierras se consiguen a plomo”.
Por eso, dijo, “los medios para alcanzar
la paz deben ser pacíficos”, pero advirtió que es una tarea ardua en un país en
manos de “diez mil familias opulentas, personas en poder de 600 hectáreas de
las mejores tierras, mientras millones de campesinos no tienen nada”.
“Esta no es una democracia, este no es
un Estado sino un pozo de infamias”, agregó Duque, quien recordó que en casi
todos los países de América Latina la educación es gratuita, pero no en
Colombia, donde “solo el tres por ciento de los niños que comienzan sus
estudios los terminan siendo profesionales”.
Duque concluyó que “el aporte del
docente es fundamental porque los diálogos son un modelo a seguir en el aula y
deben reflejarse en todos los ámbitos de la sociedad”.
En horas de la noche del viernes se
cumplió la última sesión de la Cumbre, en la que intervino el catedrático Luis Arul Carvajal sobre “el derecho a la memoria, el derecho a la verdad y
el uso del olvido”.
Para el conferencista, “son las nuevas generaciones
las que van a reconstruir la memoria”, aunque advirtió que “el uso instrumental
de la memoria puede crear una forma camuflada del olvido”.
Según Carvajal, en las realidades
históricas es en donde más se puede concentrar la verdad. “No existe punto
final, porque hay que recordar eternamente lo que ocurrió”, puntualizó.
Repensar
la democracia
A
continuación intervino Fabio
Cardozo Montealegre, asesor de Paz de la Gobernación del Valle del Cauca,
quien sostuvo que los diálogos de La Habana “deben conducir a repensar y a
profundizar la democracia”.
Cardozo conceptuó que “el modelo económico
colombiano es un fracaso” y que históricamente “las élites se las han ingeniado
para que todo siga igual”, mientras que “el Ejército sigue siendo el brazo
armado del bipartidismo y la oligarquía”.
“Nada garantiza que haya seguridad
jurídica ni política, nada garantiza que procesos que han costado mucho
esfuerzo sean revertidos por gobiernos futuros”, expresó en referencia al
reciente llamado del Fiscal General de la Nación a dirigentes del M-19, que
serán interrogados con relación a los sucesos del Palacio de Justicia,
ocurridos hace 30 años.
La Cumbre fue clausurada por el escritor
y ensayista William Ospina, quien leyó
un juicioso texto en el que concluye que el proceso de paz requiere “ese viento
fresco de una sociedad que sin esperar permiso de nadie comience las tareas de
la reconciliación”.
De la ponencia destacamos los siguientes
planteamientos:
*“Una de las causas más evidentes de
la proliferación de las guerrillas en el último medio siglo ha sido el cierre
del espacio para el debate político. Uno pensaría que el llamado a la paz es un
llamado a que las guerrillas abandonen las armas y acepten participar desarmados
en la lucha política. Por eso es tan sorprendente que en medio de las bengalas
del proceso de paz parezca abrirse camino la decisión de negar a la guerrilla
desmovilizada un espacio activo en la democracia. El hundimiento en los debates
del Congreso de la posibilidad de que los guerrilleros participen de la vida
pública muestra cuán en contravía del proceso de paz marcha el mundillo
político, y cuán difícil será aclimatar una reconciliación verdadera”.
*“Sin embargo, es nuestro deber
creer en la paz y esforzarnos porque avance. Mi opinión es que al proceso,
antes que una adhesión rendida, le ayuda más un apoyo crítico, exigente, que
vea más allá de los acuerdos y de los estrados, de la venganza y de la
victoria, y que se reafirme en la convicción de que los acuerdos valen no tanto
por lo que obtengan para los bandos negociadores sino por lo que obtengan para
ese país humilde que ha padecido décadas de violencia, que ha perdido a sus
hijos y a sus padres en la guerra, que ha visto marchitarse sus esperanzas y
cerrarse sus oportunidades, y que es sin embargo el país que podría hacer la
paz porque es el que más la necesita, y el que finalmente podría
garantizárnosla a todos.
*“El actual proceso de paz,
amenazado por un esquema burocrático y conservador, hostil al cambio social,
carece de una visión de la ciudad como escenario de la paz posible, carece de
un proyecto de juventudes verdaderamente audaz y renovador, cosa que es
gravísima porque aquí la juventud es la guerra, carece de un proyecto cultural
dinámico, imaginativo y creador que ayude a convertir el sueño de la paz en un
hecho de las calles y de los barrios, de las veredas y de los pueblos, de las
comunidades más vulnerables y de la juventud capaz de abnegación y de fiesta”.
*“¿Qué decir de quienes hemos vivido
una tormenta bélica de 50 y aun de 70 años? La nuestra tal vez no ha tenido la
intensidad y la calcinante enormidad de las guerras mundiales, pero ha
desgastado persistentemente nuestros valores, desgarrado el tejido social,
socavado los principios de convivencia, obrado lo que debemos llamar una
degradación totémica, y ha dejado una inocultable trama de horror en varias
generaciones”.
*“La paz exige superar todo eso. La
paz no puede ser apenas un pacto de élites armadas. Ese acuerdo debe ser un
comienzo, pero todos deberíamos estar construyendo desde ya ese relato de
complejidad y solidaridad colectiva. Más aún, acaso nunca veremos de verdad los
acuerdos si no ocurre ese despertar ciudadano que, sin privarse de mirar al
pasado y de exigir la indemnización de las víctimas, ponga el énfasis en el
futuro, en inventar la normalidad desconocida y en adivinar la Colombia que nos
ha negado la guerra”.
*“Tal vez lo que están necesitando
los diálogos de La Habana es ese viento fresco de una sociedad que sin esperar
permiso de nadie comience las tareas de la reconciliación, y se reencuentre con
su maravilloso territorio y con las posibilidades que le ha negado el vicio
hereditario de la discordia”.
Tres
jornadas de aportes
La Cuarta Cumbre Nacional por la Paz
contó en su sesión preliminar, el miércoles 11 de noviembre, con la conferencia
del académico cubano Pablo Guadarraga, quien disertó sobre la conflictividad
del ser humano y la búsqueda de la paz.
También intervinieron Frisco González,
director del periódico El Gato, y Jaime Galarza, ex rector de la Universidad
del Valle, que hicieron la presentación del libro Rafael Uribe Uribe.
En la sesión del primer día, el jueves
12 de noviembre, disertaron los catedráticos Albero Ramos Garbiras, Carlos
Medina Gallego, Alfredo Beltrán Sierra y Jaime Gilberto Mejía. Se escucharon
también las palabras testimoniales del deportista Alexis Viera.
A la Quinta Cumbre Nacional por la Paz,
que se cumplirá en 2016, seguramente le corresponderá abordar reflexiones sobre
los acuerdos ya pactados, como espera todo el pueblo colombiano que ocurra en
marzo de ese año.
Momento de la intervención artística del grupo Chirimía. (Foto: Luis Alfonso Mena S.). |
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