Aspecto de la Galería Santa Elena con toda su diversidad de alimentos en plena actividad comercial. |
Santa Elena: el
hipermercado de todos
“En el
supermercado se habla con los precios. Con el cartón. Aquí el trato es más
humano, aquí se siente atendido por amigos”, dice Miguel Ángel Muñoz Pino,
administrador de la Galería Santa Elena. Las galería reciben el embate de las
multinacionales dueñas de las llamadas grandes superficies y la ciudad parece
no valorar la cultura inmersa en ellas.
Por Daniel
Herrera Urreste (*)
Es
un lugar en donde los sonidos, las formas y los olores son sus dueños, y lo enriquecen
cultural y comercialmente. ‘Asprilla’, un cotero, mira con tristeza cómo el
olvido ha ido deteriorando cada parte de este libro de historias: la Galería de
Santa Elena.
Los
valores del día y de la noche, parecen una ilusión, se mezclan de tal manera
que la única forma de diferenciarlos es por la iluminación que es arrebatada
por la penumbra de las seis de la tarde. Tiempo que es indispensable para la
supervivencia de muchas personas, que al igual que ‘Asprilla’, aprovechan para
ganar algunos ‘pesitos’ descargando bultos que son traídos de diferentes partes
del país en grandes camiones.
“Aquí
el ‘camello’ empieza desde las dos de tarde, pero lo bueno empieza desde las
seis de la tarde, ahí uno puede hacer más. Puede ganar más. Por lo que uno ya
tiene como su clientela, entonces es más fácil, ahí le pagan a uno desde $500 a
$1.000 el bulto, dependiendo”, dice ‘Asprilla’ mientras sostiene una cerveza en
la mano.
Después
de cada bocanada de cerveza escupe una historia nueva. Por ejemplo, la que
cuenta con cierta gracia y orgullo en su rostro, de aspecto ‘somálico’, la
cicatriz que tendrá que cargar por el resto de su vida, en su pectoral derecho,
después de casi morir por una puñalada que le propino un amigo. Puñalada que no
tuvo repetición por personas del lugar que intervinieron y lo salvaron.
Le
pregunto por el microtráfico o por las bandas de extorsión del lugar y me
responde que “es mejor no saber de esa gente, si se los encuentra y le sacan
‘fierro’, no se vaya a asustar, sólo se levanta la camisa, para mostrar que no
tiene nada, y les explica qué está haciendo por acá, no vaya a correr, porque
lo matan, como pasó la otra vez con un ‘pelao’ que se ‘paniquió’”.
Y
de hecho sí, me di cuenta que el fenómeno de la extorsión es el nuevo cáncer
que se apodera de la Galería de Santa Elena, como lo confirma el boletín N° 343
de la Policía Metropolitana Santiago de Cali, en el cual dice que fueron
capturados seis integrantes de la banda ‘Santa Elena’ o ‘El Planchón’, los
cuales cobraban a comerciantes desde $5.000 hasta $30.000 diarios, amenazando
con quitar la vida a quienes se opusieran o pagar la ‘vacuna’.
Esto
lo confirma Miguel Ángel Muñoz Pino,
administrador desde hace doce años de la plaza de mercado, “los comerciantes de
afuera crearon unos grupos de limpieza social, para protegerse de los atracos,
pero eso después se les salió de las manos y eso ahora es un problema de extorsión”.
El rompe
calzoncillos
Aunque
el microtráfico y la extorsión parecen ser los dueños de este lugar, es
imposible no encontrarse con personas como ‘Mamá
Eva’, ganadora del II Festival de
Chefs, que se realizó en el Centro Comercial Palmetto Plaza, con su caldo
peligroso.
Una
sustancia que es reconocida por las personas de la galería como el caldo rompe
calzoncillo, que tiene entre sus componentes el viril de toro y la leche de
cabra. Es el mismo caldo que causa impresión y una risa morronga cuando se
pregunta por él.
“Este
sí es peligroso, si usted se toma esto no va a alcanzar a llegar donde la novia
– exclama ‘Mamá Eva’ en medio de risas-- le va tener que decir a el
administrador que le preste el baño”.
Después
uno se da cuenta de las escasas personas que frecuentan la plaza de mercado.
“Santa Elena, es un micro ejemplo de lo que pasa en toda la ciudad, están
hablando de globalización, pero lo que hay es un monopolio. Se supone que en la
supuesta globalización se pensó en todo, pero no se pensó en la necesidad de
las personas, nuestra necesidad era la del transporte público”, argumenta el
administrador del lugar.
Carolina
Villegas, arquitecta (e) de Espacio Público, Ordenamiento y Colectivo, dice:
“Los de Metrocali necesitan desarticular todos estos buses de servicio público,
para así poder sacar todos estos buses que tienen guardados”.
Camino a la
galería
Para
llegar a la Galería de Santa Elena se debe tomar la ruta P47B, que hace su parada
a dos cuadras de la galería por la calle 25, que se demora desde la estación
Plaza de Toros aproximadamente media hora. Para devolverse es necesario abordar
la ruta P50A, que dura aproximadamente dos horas en llegar a la estación
Centro.
Aunque
hay un proyecto solo en el plano ideal, llamado Corredor Verde, que consiste en
volver a reactivar la vía férrea, articulándose con el MÍO y con los municipios
vecinos, Jamundí, Yumbo y Palmira, no se está garantizando, en este momento,
las condiciones de las personas de Santa Elena.
María Ignacia de
López,
con 47 años trabajando en la galería vendiendo quincallerías, tiene 82 años de
edad y afirma: “Del arriendo del local, pago lo que puedo, y pues ahora me
demoro mucho en venir hasta aquí”.
Desde
el Departamento de Bienestar Social de la Alcaldía de Santiago de Cali, el encargado
de los temas de mujer, niñez, familia, víctimas del conflicto, lgtbi, juventud,
indígenas, asuntos afrocolombianos, discapacitados y adulto mayor, dice Adriana Afanador, trabajadora social
del lugar: “Por el momento en la Galería de Santa Elena no se está haciendo
nada y a nivel ciudad se están desarrollando los proyectos del gobierno
pasado”.
Nancy Bautista, una egresada
de derecho de la USC y técnico operativo de convivencia de la Alcaldía, da más
desanimo con las situaciones que se presentan en Santa Elena. “No, no se está
haciendo nada, hay un proyecto macro, pero hasta el momento nada”.
Y
Magnolia Franco, técnico operativo
de la Oficina de Planeación Económica y Social, cuenta: “Una vez se hizo algo,
en el periodo 2007, como por un mes, se prestó seguridad y se tapó el caño,
pero ahí cuando llegó toda esa gente a extorsionar y todo eso, y pues ahora no
se hace porque sale muy costoso. Cuesta mucho”.
Para
Leyder Ramírez Parra, uno de los
mayoristas de choclo, de la parte externa de la galería: “Ahora lo del
transporte me está afectando las ventas, a eso súmele el estigma que se ha
generado por la culpa de la violencia y los drogadictos que dan un mal aspecto
a la galería”.
Mientras
esta problemática social sigue, unos cuantos se reparten el poder y otros
organizan la ciudad para el consumo, como las estaciones del MIO que están
ubicadas de tal manera que para llegar a los centros comerciales solo toca
cruzar una calle.
Pero
ante todo esto hay personas como Harold
Ruiz, reciclador, profesor de inglés y pastor, que vivió 18 años en Estados
Unidos. El bazuco, que se consigue desde $500, se ha apoderado de su cuerpo,
dejándole cicatrices como la de un balazo en la pierna derecha, venas que
parecieran que fueran a explotar y un rostro al que el vicio le absorbió cada
gramo de carne.
“A
las personas de la calle no nos sirve para nada la crítica, muchos pastores
hablan de fe, pero es mejor hablar de fe con acciones. Yo doy charlas a las
personas que trabajan en la calle, para que se rehabiliten. El otro día me
encontré con un muchacho muy bien vestido y me dijo: ‘¿Usted se acuerda de mí?’
Yo le respondí que no, y él me dijo: ‘Yo escuché una de sus prédicas y desde
ahí decidí salirme de este maldito mundo. Muchas gracias’, relata Harold.
Si,
aquí en Cali, los ciudadanos siguen ignorando este “hipermercado de todos” como
lo denomina Miguel Ángel, y siguen llenando los bolsillos de los grandes
almacenes, mientras el transporte urbano les cierra las entradas, pequeñas
historias hacen la diferencia en este lugar.
(*) Estudiante
de periodismo de la Usaca.
La alcaldía tiene que exigir el orden a los propios vendedores. Son ellos los que dejan la suciedad. Son ellos ellos los que no colaboran. Si son limpios y ordenados poco a poco la galera volvera a ser lo que fue. Cada puesto tiene que ser bien mantenido por su propietario. Y más ahora con el vivid 18. Si quieren seguir trabajando.
ResponderBorrarMe gustaría que un solo propietario de estos puestos. de la razón y diga si es verdad. Tenemos que limpiar por sanidad. Por que los clientes no se merecen este desorden para caminar. Malos olores y suciedad.
BorrarAsí entre todos unidos. Volvería la galería a ser que fue. La recuerdo con nostalgia. Cuando mi madre me llevaba a comprar los sábados, es lo que más me gustaba. Pero hoy en día No soy capaz
A ver si un propietario de puesto en todas las galerías de Cali y Colombia. Pero me interesan mucho más las de mi ciudad. A ver si los que allí trabajan contestan y dicen que tengo razón
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