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domingo, 4 de mayo de 2014

Crónica. La historia de Rodolfo González, uno de los 1.100 despedidos de Icollantas


El único sobreviviente de la
masacre laboral en Michelin

Un trabajador resiste en solitario a la masacre laboral que dejo sin empleo a mil cien obreros de la multinacional Michelin. Aquí les contamos su historia.

Por Luis Alfonso Mena S. (*)
Cada vez que en las oficinas de la multinacional Michelin, más conocida como Icollantas, abren las puertas de sus oficinas, lo primero que hacen los ejecutivos de la entidad es percatarse de que Rodolfo González no esté por allí.


Se les ha convertido en una especie de  fantasma. Él es el único sobreviviente de la masacre laboral que dejó en el asfalto, como las llantas que fabricaban, a mil cien obreros en Cali y Bogotá. Luego de una larga lucha de ocho meses, desde el 12 de junio de 2013, todos aceptaron el arreglo que la empresa les propuso.

El único que todavía resiste al embate es Rodolfo  González. Lo encontramos en la marcha del Primero de Mayo en Cali.

“Tengo tres hijos menores de edad que en este momento dependen de mí, y ese fue uno de los motivos por los cuales yo no arreglé, porque a pesar de que mis hijos son menores de edad y están estudiando, me faltan 16 años para la pensión. Tengo cuatro enfermedades calificadas y mandarme a la calle con esa situación es un golpe duro para mí y mi familia”, dice Rodolfo González.

Y es que la lucha desigual de este técnico electrónico de 47 años contra la arbitrariedad de Michellin es también la lucha de su familia que, desde el barrio Las Acacias de Cali, lo acompaña sin desmayo.

“Ellos tienen preocupación de lo que se pueda presentar, están temerosos, pero al mismo tiempo me apoyan”, explica.

Rodolfo González valora la solidaridad recibida del movimiento obrero del Valle. Y luego de un receso, a la altura de la Carrera 44, continúa su marcha…

“Ellos me impulsan a que siga esta lucha, y de verdad que lo hago no porque ellos me lo digan, sino por conciencia. Yo sigo adelante hasta que se pueda”.

González no cuestiona a sus compañeros de fábrica que pactaron. Simplemente decidió resistir.

“Para mí no es cuestión de plata, sino de dignidad, de principios, y de tener unas condiciones mejores para uno y la familia”.

La historia de este obrero caleño demuestra que aún hay hombres que se la juegan, así sean en solitario, como un fantasma combativo, contra la voracidad de empresarios extranjeros…


(*) Crónica emitida en Pazífico Noticias el viernes 2 de mayo de 2014.

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