Venezuela, cuando los ricos protestan
La dirigencia de cuarentones que promueve disturbios no sólo no
representa a la juventud ni a la mayoría del país: ni siquiera representa la
mayoría de la oposición. Leopoldo López, quien desencadena la violencia el 12
de febrero azuzando una multitud para que destruya el edificio de la
Fiscalía y luego desaparece, llegó de tercero en las elecciones primarias
para candidaturas presidenciales.
Por Luis Britto García (*)
Comenta
sagazmente Alejandro Fierro que “De ser cierto el relato de los medios
internacionales sobre el hartazgo de la juventud, hace tiempo que el chavismo
tendría que haber sido derrotado en las urnas, puesto que el 60% de la
población venezolana tiene menos de 30 años” (Other News, 20-2-2014). Reciente
encuesta de GIS XXI aporta datos esclarecedores: 79% de los jóvenes entre 14 y
24 años estudia; 67% de ellos en instituciones públicas y gratuitas. 90%
considera que los estudios le aportan muchas o bastantes oportunidades.
73% aprecia que el mejor sistema es la bolivariana democracia participativa;
6%, la democracia representativa, 6% la dictadura. 60% piensa que el mejor
sistema económico es el socialista; 21% el capitalista. Añadamos que
nueve millones y medio de venezolanos -uno de cada tres- estudia, y uno
de cada diez en Educación Superior. Si la mayoría del estudiantado apoyara la
protesta, el gobierno caería en horas bajo el empuje de la tercera parte de la
población. Pero según el Guinnes World Book Records 2008, somos para ese año el
país más feliz del mundo.
De
acuerdo con la Encuesta Gallup 2010, somos el quinto país más próspero del
mundo. Conforme al Happy Planet Index, Venezuela presenta para 2010 una marca
de Bienestar Experimentado de 7.5 sobre 10, lo cual la empata con
Suiza y lo coloca apenas por un decimal por debajo de Noruega. En una década
hemos disminuido la pobreza en más de treinta puntos; somos el país con menor
desigualdad social de la Latinoamérica capitalista. No es un cuadro de
frustración o falta de expectativas. Masivas manifestaciones de mujeres,
estudiantes y campesinos bolivarianos recorren el país sin que las agencias
internacionales las registren. En Venezuela alborota una minoritaria
combinación de lumpen violento con clase media que sólo respeta elecciones
cuando las gana.
Encuesta
publicada el 24 de febrero por Hinterlaces arroja todavía más luz. 42% de los
consultados opina que Maduro debe concluir su mandato; 29% considera que sólo
podría salir por referendo revocatorio; apenas 23% elige la opción de “salir a
la calle”: una mayoría de 71% apoya por tanto la institucionalidad. Sobre la
economía del país, 35% reclama “mano dura contra los acaparadores y
especuladores”; 29% “una alianza entre gobierno nacional y empresa privada”; de
nuevo apenas un minoritario 22% se pronuncia por la “salida ya” del Presidente.
La
dirigencia de cuarentones que promueve disturbios no sólo no representa a
la juventud ni a la mayoría del país: ni siquiera representa la mayoría de la
oposición. Leopoldo López, quien desencadena la violencia el 12 de febrero
azuzando una multitud para que destruya el edificio de la Fiscalía y
luego desaparece, llegó de tercero en las elecciones primarias para
candidaturas presidenciales. María Corina Machado, febril partidaria de la
línea incendiaria, no obtuvo ni 2% de la votación en ellas. Ambos compiten
en riña de protagonismo para arrebatarle el liderazgo de la
ultraderecha a Capriles, quien declaró que el gobierno no se conquista con
disturbios de calle, luego de haber convocado uno que dejó una docena de
muertos. No respetan la democracia ni siquiera entre ellos.
En
2002 el gremio patronal Fedecámaras impuso por golpe de Estado a su Presidente
como dictador por 72 horas; intentó quebrar al país con un cierre de empresas o
lock out de más de dos meses y cortó la distribución de alimentos. La
actual oleada de violencia arranca después de que el empresariado desvanece en
importaciones fantasmas 50.000 millones de dólares que el gobierno les otorga
con tasa de cambio privilegiada; luego de que los negociantes inician una
guerra económica con desabastecimientos estratégicos y sobreprecios usurarios,
y en cuanto el gobierno la contrarresta con una Ley de Precios Justos que
fija tope de 30% al beneficio comercial ¿Las protestas reclaman otros 60.000
millones de dólares vaporizables? ¿Legalizar beneficios de 1.500%? ¿Una nueva
dictadura?
¿O son
desesperado llamamiento al Golpe de Estado o la intervención extranjera?
El último y más violento foco de disturbios se concentra en algunos municipios
del fronterizo estado Trujillo, puentes de una prolongada infiltración
paramilitar ¿Excusa una invasión que secesione el rico Occidente de
Venezuela? ¿La recolonización de la Patria de Bolívar? Todo se puede
esperar de quien cree tener derecho a todo sin contar con el voto de nadie.
(*) Escritor venezolano.
Revista Mariátegui
02/03/14
Fuente: http://mariategui.blogspot.com/2014/03/venezuela-cuando-los-ricos-protestan.html
Foto tomada de laiguana.tv
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