Cementerios
verdes
Por Carlos
Victoria (*)
Así como el río Cauca se convirtió en un cementerio
largo desde los años setenta, Santa Rosa de Cabal y otros tantos municipios de
vertiente se están transformando en auténticos cementerios verdes, por cuenta
de las leyes de ocupación que, tácitamente, el gobierno
colombiano le ha concedido a las multinacionales, en este caso las papeleras,
para la explotación a ultranza de los recursos naturales.
Al cumplirse 30 años del primer paro cívico
ambiental que recuerde la historia nacional, protagonizado por campesinos e
indígenas del sur occidente colombiano, en Calima-Darién, los desiertos verdes
que presagiábamos en esa época ahora son ni más ni menos cementerios verdes,
como bien denuncian los ambientalistas de Santa Rosa. Parajes enteros tomados
por las reforestadoras y otros en la mira de las exploraciones mineras.
Este 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente, se
“celebra” en medio de los impactos y conflictos desatados por
las políticas desarrollistas pro-multinacionales agenciadas a través de
múltiples tratados de libre comercio, como el recientemente suscrito alrededor
de la llamada Alianza del
Pacífico, lo que significa una nueva incursión del capital
transnacional en una de las zonas de mayor concentración de la biodiversidad
pero también donde la crisis humanitaria se acentúa como más fiereza.
En el caso de Santa Rosa de Cabal ya son muy pocas
la veredas que se escapan al control de las plantaciones forestales. Con el
transcurrir de los años y ante el beneplácito de las “autoridades ambientales”
especies como el eucalipto y el pino transformaron el paisaje y con este el uso
del suelo, desplazando comunidades humanas y de animales. La biodiversidad
local se vino a pique, lo mismo que la producción de alimentos, el empleo rural
y por supuesto las fuentes de agua.
Hoy cuando las Naciones
Unidas han llamado a los gobiernos y pueblos del mundo a luchar
contra la hambruna y en pro de la seguridad alimentaria, es claro que estas
advertencias semejan un tiro al aire, porque justamente la economía extractiva
en el caso de las plantaciones forestales y la minería a cielo abierto no son
propiamente los mejores respaldos de una política en ese sentido. Ambas
promueven lo contrario.
Es ante estas realidades socio ambientales que los
discursos sobre el cambio climático, el paisaje cultural cafetero y el
desarrollo sostenible, son un saludo a la bandera si se toma en cuenta el poder
omnímodo de las multinacionales que extraen la riqueza de los suelos, otrora
soporte para la vida aldeana de los campesinos. El beneplácito del gobierno
nacional -por ejemplo- alrededor del proyecto de repotenciación
energética en áreas como el parque regional natural Barbas-Bremen solo
refleja que la hegemonía de las políticas neoliberales conspira contra todo lo
que signifique la conservación integral del territorio.
Santa Rosa de Cabal es un dramático ejemplo de lo
que pueden las leyes de ocupación, a la usanza de las que impuso
Hitler para consolidar su hegemonía invasora. Desde los tiempos de la confianza
inversionista y la seguridad democrática se sentaron las bases para
hacer de Colombia un territorio fértil pero para el capital transnacional, a
través de la extracción de rentas del subsuelo a cambio de pingues regalías y
el reparto politiquero de las mismas.
Como en Santa Rosa de Cabal y otras tantos
municipios de Colombia este 5 de junio debe ser una jornada de denuncia y
movilización ambientalista en defensa del patrimonio natural, y el derecho a la
vida, la misma que se pone en juego por parte de los sepultureros de la
biodiversidad, el agua, el empleo rural, la seguridad alimentaria y el derecho
a vivir en paz.
A todo lo anterior se suma la carretera –ya
terminada- que conecta a las demás arterias viales con la Laguna del Otún,
ecosistema del cual dependen miles de habitantes, incluidos los de Pereira.
Este es el resultado de las políticas públicas pro destrucción amparadas bajo
la etiqueta mortífera de la competitividad y del desarrollo sostenible.
Entre tanto la cúpula de la Carder está preocupada pero por la milimetría
politiquera de puestos, contratos y clientelismo al menudeo.
(*)
Editor del blog Agenda Ciudadana
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