Una de las impactantes
portadas de Público, el periódico español de izquierda cerrado, entre otras
razones, por no poder resistir al embate depredador del mercado capitalista.
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¿Quién cerró el
diario español Público?
Uno
de los periodistas alternativos más prolíficos es Pascual Serrano, quien
escribió un interesante análisis sobre la prensa de izquierda, a propósito del
cierre del periódico español Público, que bien vale la pena tener en cuenta en
Colombia. “Si observamos el panorama de medios de prensa verdaderamente de
izquierda que hay en el mundo, ninguno se mantiene gracias a un millonario.
Detrás hay lectores que se creen el
proyecto y lo pagan”, dice.
Por Pascual Serrano (*)
Finalmente el diario Público ha
desaparecido en su versión en papel, aunque se mantiene la digital. Público
llegó a los quioscos el 26 de septiembre de 2007, editado por Mediapubli, y hoy
llevaba perdidos unos 80 millones de euros con una deuda total actual que ronda
los 21 millones1. Jaime Roures,
principal impulsor del rotativo, anunció a la plantilla que la empresa
necesitaba unos nueve millones de euros para mantener la edición impresa en las
actuales condiciones, por lo que él y sus socios estaban buscando inversores.
Tenían alrededor de un mes para reunir el capital, plazo que marca la ley para
presentar un plan de viabilidad tras la suspensión de pagos, pero las gestiones
llevadas a cabo —tanto en España como en América Latina— no prosperaron.
Según la empresa, la suspensión de pagos
se hacía debido a “la intensificación de la crisis publicitaria, la profunda
transformación que está sufriendo el sector de la prensa escrita y las
dificultades para acceder a nueva financiación”. Roures dijo, desde un hotel de
Beverly Hills en los Ángeles, que las razones eran “la crisis económica, la del
papel frente al medio digital y la de la política de izquierdas en España”2
¿Por qué ha resultado inviable Público?
Su director, Jesús Maraña, en una despedida repleta de lanzamientos de balones
fuera, aporta razonamientos demasiado imprecisos: “La agudísima crisis
económica, la publicitaria, la del papel… son factores decisivos que han hecho
inviable el proyecto de ‘Público’, como también lo son los propios errores
desde la dirección del diario o desde la empresa editora”3. Hasta el último
momento la dirección del periódico alardeaba de ventas y lectores; y si de
errores de la dirección y de la empresa se trata, podría el director
precisarnos algo más.
El colaborador Antonio Avendaño reconoce
en su columna de despedida4, con metáfora
sanitaria incluida, que él no entiende muchas cosas:
“de la muerte de Público, que se
hace efectiva hoy 24 de febrero del año de desgracia de 2012, apenas sabemos
nada. Por no saber, ni siquiera sabemos si se ha muerto o lo han matado (…) .
No se sabe muy bien qué pasó allí dentro ni quiénes eran los especialistas
llamados a salvar a Público, pero sí sabemos que fracasaron, aunque no
por qué se produjo ese fracaso: si por falta de fe, por falta de pericia o,
simplemente, porque no hubo forma humana de acopiar esas pocas pero cruciales bolsas
de sangre que había que transfundir con urgencia al enfermo, aunque también es
verdad que la sangre que gastaba el puñetero es de un tipo muy poco usual y muy
difícil de encontrar en los bancos (de plasma sanguíneo).
¿Nos morimos solos o nos matan? De algún
modo, todos los que mueren antes de tiempo mueren porque los matan. Público
se ha muerto antes de tiempo. Y si es así, ¿quién lo ha matado? Es cierto que
también se puede morir de muerte natural antes de tiempo, pero cuando se
producen tales muertes todos tenemos la impresión de que no han sido muertes
naturales en sentido estricto. Con Público nos pasa algo de eso: muere
tan joven que nos cruza velozmente por la cabeza el mismo pensamiento que
cuando muere una muchacha en el esplendor de su juventud: por qué diablos
vivirán tantos años algunos que no lo merecen y tan pocos años estos otros que
nos hacían la vida tan interesante”.
Mi admirado Isaac Rosa tampoco aporta
muchas claves de los sucedido, en parte por su estado de ánimo: “Otro día, si
quieren, discutimos sobre qué hay que hacer (y qué no hay que hacer) para tener
un medio crítico, y qué lecciones hay que aprender de Público. Hoy, como
comprenderán, no tengo humor para ello”. Aunque sí insinúa que Público
ha estado funcionando gracias a la heroicidad de sus trabajadores: “Ni la
independencia, ni la voz crítica, ni la libertad ni la valentía surgen
espontáneamente por fundar una cabecera, ni aparecen de la nada porque así lo
quiera la empresa o porque figuren en una declaración de principios. Hay que
pelearlos día a día, dejándose horas, esfuerzo, nervios y no poca salud,
atreviéndose a mirar donde otros no miran y a preguntar donde otros asienten;
hay que dar la cara como la han dado todos estos trabajadores hasta el último
día (…)”. Pero Rosa también insinúa soledad por parte de ellos: “Ya sé que hoy
es día de lamentar el daño a la pluralidad informativa, la pérdida de una voz
crítica, la orfandad de tantos lectores o el hueco que queda en el lado
izquierdo del kiosco cuando más falta hace tenerlo cubierto, en tiempos de
ofensiva reaccionaria. Pero me permitirán que no gaste mi última columna en
repetir tópicos, pues ninguno de ellos ha salvado el periódico, ni tampoco han
sido esos lugares comunes y afectados los que han hecho posible que el diario
esté en la calle cuatro años y medio”.5
Por último, los trabajadores en su
comunicado hablan de “mala gestión de la empresa”, sin ahondar más en el
asunto.
Según los últimos datos de la OJD, el
periódico tenía un promedio de tirada de 129.679 ejemplares, y 87.983 de
difusión6. Si uno consulta el
listado de diarios de información general auditado por la OJD, descubre que, de
casi un centenar, Público se encontraba el séptimo en tirada y octavo en
difusión. Es verdad que los regionales se pueden permitir menos tirada porque
conllevan menos coste en distribución y en elaboración, pero es indiscutible
que la acogida de lectores de Público no era mala. Es evidente por tanto
que los datos de ventas y lectores no justifican por sí solos la inviabilidad
del proyecto.
Pero creo que la izquierda debería
reflexionar sobre lo sucedido con Público y aprender algo de la
experiencia. Lo primero a destacar es que, aunque se presentaba como una
propuesta informativa de izquierdas, sus propulsores, o mejor dicho su
propulsor, era un empresario adinerado que asumía económicamente la iniciativa,
Jaume Roures. Un financiador que intentó jugar simultáneamente a dos cartas:
seducir a la ciudadanía más radical presentando sin ambages un periódico de
izquierdas y prestar un leal servicio a un sector del entonces gobernante
partido socialista, excesivamente dependiente del grupo Prisa. Los primeros servían
como caladero de lectores en un panorama huérfano de medios que se posicionaran
en la izquierda nacional e internacional, y los segundos para conseguir unas
buenas relaciones con un poder político que le garantizaran acceso a
adjudicaciones a su productora (Rtve), licencias de emisión, acceso a
diferentes servicios lucrativos (fútbol), etc… El plan parecía estratégicamente
acertado pero incluía una grave contradicción: te unías a los rebeldes por un
lado y aceptabas las reglas de juego por otro. Es decir, como se diría en
castellano antiguo, querían estar en misa y replicando.
Como resultado de este doble juego
aparecían cosas curiosas que resultaban imperdonables para los lectores de la
izquierda (la de verdad, no la que gobernó en nombre de los mercados). No se
comprendía que se le concediese el artículo estrella de opinión al embajador
israelí, que se uniese al final al discurso de hostilidad contra los gobiernos
progresistas latinoamericanos, que tuviese tres directores en tres años y uno
terminara en la nómina del gobierno socialista, que incorporase analistas
oportunistas de El País (Ernesto Ekaizer) o
que la presencia de líderes del PSOE fuera constante. Ahora leo algún twitter
de periodistas de Público quejándose “las interferencias constantes de
Roures en el trabajo de la redacción”. Por otro lado, la pata de “apoyo
político” se le quebró cuando el PSOE pierde las elecciones generales y el
sector del partido más cercano a Público pierde el congreso. El
resultado es que quisieron jugar a dos bandas y se quedaron en tierra de nadie.
Además, en su diseño y forma Público
jugó a ese periodismo moderno de urgencia y brevedad, es decir, se fue a jugar
a un terreno que no es el del periodismo escrito, sino que es el de internet y
perdió, sin que su buena selección de DVD’s y libros de regalo lo pudieran
evitar. Las películas y los libros sirven para vender ese día -aumentar la
tirada y poder contratar la correspondiente publicidad- pero no te garantiza
fidelidad diaria que es lo que necesita un periódico.
Por último, cuando los directivos y
accionistas de Público veían que se acercaban al abismo pidieron ayuda a
los lectores, apelaron a nuestro compromiso con un medio de izquierdas. Era
lógico que así lo hicieran, pero para pedir ayuda a los “camaradas” hay que poner
las cartas sobre la mesa: compartir la contabilidad, hacer públicos los sueldos
y honorarios de todos los que trabajan, ofrecer cauces de participación para la
selección de los contenidos, firmas y sueldos; y probablemente cambiar el
modelo de accionariado. En Italia, Il Manifesto también ha declarado
recientemente suspensión de pagos, pero ellos llevan años explicando su
política salarial y exponiendo a los lectores su contabilidad.
Pero sería injusto, desde la izquierda,
limitarnos a criticar a Roures y al resto de accionistas de su proyecto. Antes
de Público, con todos sus errores y contradicciones, estábamos peor, su
aparición tampoco obstaculizaba ningún otro plan mediático más radical. Basta
observar cómo molestaba a la derecha mediática montaraz, la fauna de
“intereconomía” no dejaba de embestir contra ellos y se jactaron de un modo
miserable de su cierre7. También toca hacer
alguna autocrítica de los lectores y audiencias de izquierda. La mayoría sigue
esperando el “mirlo blanco” millonario o empresario: Roures con Público,
Teodulfo Lagunero con La Voz de la Calle. Un medio de izquierdas con un
contenido valioso y verdaderamente alternativo sólo puede existir si hay una
audiencia que le apoya y le promueve, en realidad es lo mismo que sucede con un
sindicato o un partido político, nadie va a hacer el trabajo que sólo la
colectividad puede hacer. No podemos poner la esperanza mediática de la
izquierda en manos de un empresario que le pilla el cierre de su periódico en
un hotel de Beverly Hills con motivo de los Óscar.
Y así llegamos al terreno de la
economía. La izquierda no puede estar pidiendo información gratis, reportajes
gratis y periodismo gratis y luego quejarse con tristeza cuando ve cómo las
iniciativas terminan arruinadas. O pagamos nosotros o pagan los poderes
públicos. La derecha no tiene ese dilema porque cuenta con grupos económicos
dispuestos a poner -y perder- el dinero que haga falta: como accionistas, como
anunciantes, como patrocinadores.
Por eso Libertad Digital gana
dinero aunque tenga menos lectores que muchos medios digitales alternativos de
izquierda, o La Gaceta no cierra aunque su cifra de difusión sea la
mitad que Público (según la OJD 45.835 respecto a 87.983 de Público). Se
juegan la defensa ideológica del mantenimiento de su modelo, es lógico que
estén dispuestos a pagar por ello. Por el contrario, la izquierda, o logra que
los gobiernos colaboren como lo hacen con otros servicios públicos como la
sanidad o la educación, o lo pagamos entre todos para que se mantengan. Si
observamos el panorama de medios de prensa verdaderamente de izquierda que hay
en el mundo, ninguno se mantiene gracias a un millonario. Detrás hay lectores
que se creen el proyecto y lo pagan: Le Monde Diplomatique, Il
Manifesto, El Viejo Topo, Diagonal. U organizaciones que
asumen las pérdidas, en el caso de Mundo Obrero con el Partido
Comunista. Pueden tener algunos textos gratuitos en internet pero ninguno se
encuentra íntegramente en la red. Es curioso, El País, ABC o La
Gaceta sí están enteros en internet. Acaso alguien cree que ellos están más
preocupados por la “socialización de la información”. ¿No será que ellos tienen
ya a El Corte Inglés, Repsol, BBVA o Telefónica para sobrevivir y no necesitan
lectores que paguen?
Detrás de proyectos alternativos
escritos que funcionan como The Nation en Estados Unidos o New Left
Review en el Reino Unido hay unos lectores convencidos de la necesidad de
mantenerlos y financiarlos. Il Manifesto periódicamente se ve obligado a
sacar un ejemplar por cincuenta euros para tapar sus frecuentes agujeros
económicos, La Jornada de México logró fondos subastando cuadros y The
Nation cuenta con 30.000 socios solidarios que pagan por encima del precio
de la suscripción. Nosotros, en cambio, queremos que esté gratis en internet y
comprarlo los domingos cuando nos regalen un DVD.
Luego están los gobiernos progresistas
latinoamericanos, que, con razón, se quejan de la “dictadura mediática” que
domina la información mundial y que tanto les vapulea, manipula y tergiversa.
Muchos de esos gobiernos, con gran acierto, han desarrollado sus medios
públicos, aprobado legislaciones destinadas a avanzar en la democratización de
la comunicación concediendo licencias a los movimientos sociales, han
establecido límites a la concentración de medios en sus países. Pero la
información ya no tiene fronteras, deben tener la audacia y la visión para
pensar fuera de su país. Si sus recursos naturales son gestionados por las
empresas españolas, muchos de sus servicios públicos también son prestados por
estas empresas e incluso parte de sus medios de comunicación están en poder de
multinacionales españolas, ¿por qué no se plantean esos gobiernos la necesidad
de dedicar parte de su esfuerzo y recursos a participar en alguna opción
mediática española que rompa el monopolio de la derecha? ¿cómo esperan que
mejore la imagen falsa y manipulada que existe en España de esos gobiernos?
¿esperan que rompamos ese cerco mediático y logremos llevar la verdad de esos
países a los españoles unos cuantos periodistas con nuestras páginas webs?
Como conclusión sólo resta decir que no
es fácil enfrentar el actual panorama monolítica de medios de derecha, incluso
no sé siquiera si es posible si tampoco sabemos cambiar los gobernantes y
continuamos con gobiernos que se rinden ante el mercado que, al igual que hacen
con el resto de los sectores económicos, dejan a él el control de la
información y el periodismo. Pero generaciones y generaciones de hombre y
mujeres han luchado en la historia de la humanidad por cambiar situaciones que
parecían más difíciles que las actuales. Y algunas veces -no muchas- lo
consiguieron. Por pocas que fueran nos deben de bastar para apostar por seguir
luchando. (Tomado de Www.pascualserrano.net)
1 El País, 24-2-2012 http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/02/24/actualidad/1330082452_214403.html
2 El País, 25-2-2012 http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/02/25/actualidad/1330149573_222114.html
3 Maraña, Jesús. “El
papel de ‘Público’”. Público, 24-2-2012 http://blogs.publico.es/buzondevoz/972/el-papel-de-%E2%80%98publico%E2%80%99/
4 Avendaño, Antonio.
“Si muero, dejad el balcón abierto”. Público, 24-2-2012 http://blogs.publico.es/antonio-avendano/2012/02/24/si-muero-dejad-el-balcon-abierto/
5 Rosa, Isaac. “Se
acabó”. Público, 24-2-2012
7 “Hasta nunca
Público”. La Gaceta, 24-2-2012 http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/sociedad/nunca-publico-20120224
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