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La conspiración de la
oligarquía
El mensaje que envía la clase dirigente colombiana
es nefasto en momentos en que se dialoga con la insurgencia sobre la
posibilidad de un acuerdo de paz: en Colombia cuando no se desaparece a la
izquierda de la escena por la vía de las armas se le destierra por la vía de la
muerte política. Pero al establecimiento le puede salir el tiro por la culata.
Por Luis Alfonso Mena S. (*)
La sanción
del procurador Alejandro Ordóñez al alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, oficializada
el miércoles 19 de marzo a toda carrera por el presidente Juan Manuel Santos,
es una conspiración de la oligarquía colombiana, y especialmente de la
bogotana, contra la posibilidad de que un gobierno de izquierda pudiera avanzar
en la implementación de políticas de protección de lo público.
Fue un fallo
arbitrario fundado en una ideologización de la sanción disciplinaria, pues
castiga a Petro no por incurrir en un acto de corrupción, sino por tratar de
poner en marcha una medida orientada a evitar el monopolio de la recolección de
basuras por parte de capitalistas particulares que lo usufructúan en detrimento
del beneficio de la sociedad.
Es más, ya un
juez de la República falló positivamente sobre la legalidad de la actuación del
Alcalde cuando expidió el Decreto 564 de 2012, mediante el cual ponía en marcha
los cambios en el sistema de recolección, providencia que desvirtúa aún más la
inhabilidad que por quince años profirió Ordóñez contra Petro.
La acción
disciplinaria, que no judicial, contra el Alcalde de Bogotá fue ocasionada,
entonces, por la interpretación que hizo el Procurador desde su posición de
derecha, según la cual prima la libre empresa sobre el interés general
representado, en este caso, en la posibilidad avizorada por Petro de la
prestación del servicio de aseo a menores costos y con tarifas menos gravosas.
Así, se
configuró un gran adefesio jurídico por parte de Ordóñez, que convirtió el
desarrollo de una medida de administración pública en un acto sancionable, con
lo cual hace, como decían los abuelos, una vía y dos mandados: cercena la
posibilidad de que Bogotá tenga un gobierno alternativo, de un lado, y saca de
la arena política a uno de los líderes de la izquierda más importantes, del
otro.
De esta
forma, el mensaje que envía la clase dirigente colombiana es nefasto en
momentos en que se dialoga con la insurgencia sobre la posibilidad de un
acuerdo de paz: en Colombia cuando no se desaparece a la izquierda de la escena
por la vía de las armas se le destierra por la vía de la muerte política.
La clase
dirigente, que quiere ver fuera del ‘ring’ como sea a Petro, se pasó por la
faja las medidas cautelares proferidas por la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, Cidh, que reclamaban la suspensión de la aplicación de la
sanción por parte del presidente Juan Manuel Santos hasta tanto ella produjera una
decisión de fondo.
Dijeron sus
voceros que era una intromisión en el sistema jurídico interno, sacaron ases
tramposos de sus mangas y “olvidaron” a propósito que otros fallos de la
justicia internacional han tenido que ser acogidos por el Estado Colombiano,
pues éste incorporó la Cidh como parte de su sistema jurídico interno.
La comisión
es parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, cumple funciones de
fiscalía (de instrucción o investigación previa), y por ello no se puede
argumentar, como falazmente se hizo por los jurisconsultos del sistema, que las
únicas medidas vinculantes eran las de la Corte.
Fue falso también
que Petro tuviera otras vías dentro del sistema judicial interno para
salvaguardar sus derechos políticos fundamentales en inminente riesgo de
violación, ya que la acción de nulidad y restablecimiento del derecho
consagrada en el Código Contencioso Administrativo y la revisión eventual en la
Corte Constitucional del fallo del Consejo de Estado que negó una veintena de
tutelas a favor del Alcalde no suspendían su destitución y sus fallos tardan en
el tiempo: años, en el Consejo de Estado, y meses, en la Corte Constitucional.
Así que mintieron
Santos y sus áulicos de todos los pelambres, que en esta oportunidad se unieron
para manipular a una opinión pública confundida y desinformada por los grandes
medios de comunicación, que esperaron como aves de rapiña el cadáver político
del Alcalde para intentar despedazar esta posibilidad de lucha civilizada y
democrática de un líder político procedente de la insurgencia e incorporado a
la legalidad.
Esa ha sido
la constante de la oligarquía colombiana a lo largo de la historia: falacias y
traiciones. Pero la vida compleja de las sociedades produce sorpresas. Y una de
ellas se puede estar incubando con Petro y el movimiento que salió a liderar,
recogiendo las experiencias de otros líderes latinoamericanos defenestrados por
las oligarquías en los países de Nuestra América.
A la clase
dirigente le puede salir el tiro por la culata…
(Artículo actualizado en Cali el sábado 29 de marzo
de 2014).
(*) Director del periódico alternativo PARÉNTESIS de Cali, Colombia.
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