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lunes, 22 de julio de 2013

Perfil. Luis Gonzaga, una vida entre la gente y los vehículos

´Chaplin´ entreteniendo a un grupo de niños que se dirigen a sus casas, pero además educando sobre la responsabilidad en las calles. (Foto: Andrés Felipe Carmona).



Luis, el ‘Chaplin’ colombiano

Todo comenzó en la Calle 26 con Carrera 8, con unos mimos que repartían fichas y pedían cualquier colaboración, los cuales un día cualquiera contactaron a Luis para que se pintara la cara de mimo. Ahí empieza la faceta de artista callejero en Cali de ‘Chaplin’.

Por Andrés Felipe Carmona

Unos tenis Nike con más de siete capas de caucho, un pantalón negro, camisa blanca, chaleco negro, corbata roja a cuadros, guantes blancos, sombrero negro, bastón color café y su vocación al servicio de la comunidad, es la carta de presentación que utiliza con los caleños a diario Luis Gonzaga o ‘Chaplin’, como le conocen todos en Cali.

Aquel hombre de caminar frenético, nació el 25 de julio de 1953, en Villa Hermosa, una de las comunas de Medellín, Antioquia. Desde muy pequeño vivió con su madre, María Pastora Heredia Gómez, en un convento cerca de la Normal de Barones, en tierra antioqueña. Su padre era Manuel Salvador Heredia, comerciante de la región.

“Recuerdo que a mi mamá la desheredaron, en esa época al que de desheredaban no tenía derecho a nada de la familia, a raíz de eso mi mamá trabajó y nos fuimos a vivir en un convento que quedaba por la Normal de Barones, ahí mismo en Medellín” expresa ‘Chaplin’, mientras su rostro se refleja en un espejo de bolsillo.


Sus primeros años de vida los pasó muy tranquilos al lado de su madre y las monjas. Tiempo después, aparecieron los primeros amigos de su vida y con los que compartió largas jornadas de juegos por las calles del sector, que parecían toboganes.

“Yo recuerdo que salía a jugar bolas, carritos, jeimi, indios, bolos. También hacíamos linternas con tarros de leche vacíos que recogíamos en el barrio. Todo era muy sano. Lo único que cogíamos a escondidas eran mangos de los árboles, porque si lo veían a uno bajando frutos, el vecino le pegaba a uno. Ellos (vecinos) tenían derecho a pegarle a uno”, comenta Gonzaga.

En las tardes no se perdía, de niño, los capítulos de las series animadas de Tarzán y Robin Hood. Los superhéroes de muchos niños.

“Me acuerdo que yo hacía mandados en el barrio para poder recoger dinero para la entrada a ver televisión, en ese entonces eso costaba cinco pesos más o menos. Uno entraba a ver televisión a las 3:00 p.m. y salía a las 7:00 p.m.”, afirma Luis Gonzaga.

No tuvo una educación completa. Lee y escribe, pese a que su madre lo matriculó en un colegio cerca de la Normal de en 1º y 2º, de día, y 3º de noche.

Luis y su madre permanecieron en el convento viviendo por mucho tiempo, hasta el día que una señora les regaló una casa por un milagro que, según cuenta, le había hecho la virgen de la iglesia La Estrella, en Medellín, a la hija.

“Una vez mi mamá se encontró a una amiga del colegio que le dijo que la llevara a la iglesia donde estaba la virgen milagrosa para que le curara su hija de parálisis. Mi mamá le dijo que si. El hecho es que la señora le dijo a mi mamá que si la virgen le hacía el milagro (curar la hija de parálisis) ella nos daba una casa. Cuando salió de la iglesia esa muchacha dejó la silla ruedas que tenía por muchos años  salió caminando. Preciso, a los ocho días la señora cumplió y nos dio casa”, expresa sonriente ‘Chaplin’.

Todo hasta el momento era dicha y felicidad para él y su madre, pues iban a estrenar casa gracias al milagro. No obstante, la felicidad se vio interrumpida por la llegada a la casa su hermano Iván, quién acababa de terminar el servicio militar.

“Resulta que mi mamá al tiempo de él vivir en la casa le dio el poder mío a él para que me mandara, pero mi mamá la embarró porque mi hermano estaba robando, vendiendo marihuana, pepas, bazuco y otras cosas.  Un día él me mandó a recoger un paquete por allá a otro barrio y yo fui y recogí el paquete, luego otra vez me mandó por más paquetes y así como tres veces. Resulta que me había cogido de mula para transportarle la marihuana”, recuerda con nostalgia y tristeza Luis Gonzaga.

Ya había dejado a un lado las bolas, bolos y carritos para pasar a transportar paquetes cargados con marihuana y pepas. Esto desencadenó la adicción de Luis a las drogas, con tan solo 16 años.

“A raíz de la venta de marihuana que tenía mi hermano yo fumé bazuco, ese vicio no se lo deseo a nadie, ese si lo manda a la perdición a uno. Yo ya no servía para nada”, afirma Gonzaga.

Horas y horas consumiendo duraba Luis Gonzaga en la casa vieja donde su hermano lo mandaba a dejar los paquetes. Debido a su condición, pasaba hasta tres meses sin bañarse porque le daba miedo de quedar inválido. Él duraba ocho días metiendo bazuco y en los ocho días dormía dos o tres horas, no más.

“Yo estaba muy mal, como será que mi madre no me dejaba entrar a la casa porque yo me le robaba las cucharas. El bazuco es lo más bravo que hay, eso no se lo deseo ni a mi mayor enemigo”, comenta ‘Chaplin’.

Aquella risa de niño mientras corría por los pasajes de Villa Hermosa, había desaparecido. Luís, había tomado el camino equivocado o quizás el único para él. Su hermano lo había usado. Una luz divina, como dice él, en 1985 logró que Luis Gonzaga volviera a sonreír.

“Yo dejé el vicio por un milagro, le pedí a la virgencita de La Estrella que yo no quería seguir por ese camino y vea, me ayudó. Desde ese año no consumo nada. Para mi huele mejor una mortecina que eso”, expresa Gonzaga.

Cuatro años más tarde, es decir, para 1989, su hermano, el mismo que lo había vinculado al vicio, le comunicó que en Cali estaban buscando gente para cuidar un edificio nuevo, Luis sin pensarlo aceptó y se vino a Cali con su hijo, ignorando por completo que haría un viaje sin pasaje de regreso a su natal Medellín.

“Yo recuerdo que ese edificio que cuidaba quedaba en la Carrera 62 con Autopista Sur. Allí viví con una muchacha llamada Miriam de Jesús Torres y la hija de ella, mi niño y yo. Con ella duré 8 años”, expresa Gonzaga.

En esta zona de la capital del Valle estaría Luis por cuatro meses, pues su jefe vendió el edificio y él quedó desempleado. De ahí se mudó al barrio Comuneros I a casa de una persona de buen corazón que le ofreció un cuarto para vivir.

“Él me dijo que me alquilaba una pieza y que cuando consiguiera dinero se la pagara”, comenta ‘Chaplin’.

Su estadía en el lugar fue muy breve, pues la inseguridad del sector presionó a Luis para que buscara otro lugar donde vivir. Su próxima estadía sería en el centro de Cali, donde vendió cigarrillos y demás productos en los semáforos de la ciudad.

“Yo me puse a vender cigarrillos Marlboro, a mi me decían ‘Marlboro’. La cajetilla la vendía a $600 y el ‘menudiado’ a $50. Después de vender cigarrillos me puse a vender bolsa de agua, rosas, loras de pilas y demás artículos”, expresa Gonzaga.

Dedicado al rebusque de día y noche, un día cualquiera decidió vender bolsas de agua. En ese entonces las vendía a $100, en promedio vendía 600 bolsas diarias.

“Yo fui el que traje el agua en bolsa a Cali. Yo le compraba al camión de Postobón el agua en bolsa que ellos llevaban. Ellos me decían que eso no se vendía, que eso era un cañengo, pero para mi no, yo las vendía todas”.

Dos años después de vender bolsas con agua, las utilidades del negocio redujeron producto de la competencia, ya todo el mundo quería vender agua con bolsa. Luis, optó por otro negocio, la venta de rosas en la Carrera 66, al sur de la ciudad.

“En ese entonces había un señor que vendía rosas por docenas, pero no toda la gente compraba esa cantidad, entonces yo veía que las personas le pedía pero por unidad y él las vendía por unidad, pero claro, cuando vendía el ramo lo vendía incompleto, entonces la gente se enojaba. En ese momento le propuse que yo vendía las menudiadas y la docena, y así arrancó todo.

Luis, compraba el paquete de 25 rosas a $900 y las vendía a $300. Las flores eran traídas de la sabana de Bogotá, en camiones de doble tracción. “Al final ya me estaba vendiendo tres o cinco paquetes de rosas diarios”, comenta sonriente Luis Gonzaga.

Sin embargo, el dinero conseguido de las ventas se lo gastaba en rumba y demás cosas, y no recogió para comprar una casa donde vivir.

“Da pesar no haberme quedado con algo de ese época. Yo tuve plata, porque la gente me buscaba para que les ayudara con los negocios”, recuerda triste, mientras una lágrima cae por su rostro.


LAS PRIMERAS INTERPRETACIONES EN CALI
Después de estar un buen tiempo como comerciante, inició su faceta de artista callejero en Cali. Sus primeras interpretaciones las realizó cerca al Centro Comercial Chipichape, al norte de Cali. Eso fue hace 17 años.

Todo comenzó en la Calle 26 con Carrera 8, con unos mimos que repartían fichas y pedían cualquier colaboración, los cuales un día cualquiera contactaron a Luis y lo invitaron a que se pintara la cara de mimo. Ahí empieza la faceta de artista callejero en Cali de ‘Chaplin’.

“Yo recuerdo que nos fuimos con estos manes por los lados de Chipichape, llegamos allá como a las 3:00 p.m. y salimos a las 5:00 p.m., recuerdo que nos ganamos $68.000 ese día. Cada uno costaba $40 y la gente nos daba lo que quisieran, a veces nos daban $200 o $500 por una ficha, el negocio era bueno”, comenta Gonzaga.

Después de ese día,‘Chaplin’, decidió buscar la manera independiente de trabajar. Un día mientras transitaba por la calle, un señor le dijo que no lo imitara que él le daba $1.000 pesos y ‘Chaplin’ no imitaba sólo repartía tarjeticas. En ese instante le  surgió la idea a este hombre de imitar la gente.

“Yo en el CAM conocía a un muchacho que se llamaba Maicol, él imitaba, entonces me fui y le puse cuidado tres días a ver que era lo que hacía. Claro, me le pegué al corte y me puse a imitar la gente, pero no duré mucho porque me cascaban, me daban pata y varias veces me sacaron cuchillo. En dos ocasiones revolver, la gente no le gustaba que la imitaran, entonces mejor me salí de eso”, comenta Luis Gonzaga.

Quizás muchos se preguntan de dónde surge el nombre de ‘Chaplin’. Todo fue gracias a un hombre que le decía a Luis que él tenía un leve parecido al actor inglés Charles Spencer Chaplin.

“Cuando ese señor me dijo que me parecía a Chaplin, compré en San Andresito un video de Chaplin, en ese entonces era en Betamax, y me fui para un almacén del centro donde vendían televisores y betamax, y a escondidas del dueño del almacén, que no le gustaba que prestaran los equipos, me vi una de las películas de ‘Chaplin’”, comenta Luis.

Los primeros días no fueron muy buenos, pues el producido era entre $800 y $1000, era muy poquito para lo que venía haciendo como mimo con los pelaos de Chipichape. Producto de que no le fue bien en las primeras salidas, Luis se fue a vivir al Calvario, en la Calle 11 con Carrera 12.

“Viviendo en el Calvario me vine a trabajar donde queda ahora Carrefour, en la Carrera 100. En ese entonces, Carrefour no existía, eso eran unos mangones. Eso hace 14 años. Lo que tiene Carrefour, tengo yo de estar acá en el sur vestido como ‘Chaplin’”, expone Luis Gonzaga.

El panorama era otro, este hombre, ya se estaba recogiendo entre $2000 y $3000 diarios, precisamente, a raíz de su bonanza, cambió de residencia y se fue para San Nicolás, en la Calle 7 con Carrera 8.

Sus primeras interpretaciones de ‘Chaplin’ las hizo con un saco corto, un sombrero, tenis Nike y mal pintado, con pintura en sus orejas y tinta en su camisa. Esto dejaba ver sus improvisadas salidas al semáforo.

“A veces la gente me regala los trajes o yo los compro muy baratos, este que tengo ahora está roto y viejo porque no he tenido $70.000 para cambiarlo”, expone el hombre de la cara blanca.

Esos zapatos negros de caucho que tiene actualmente son producto de más de diez capaz de caucho que han deformado lo que queda de los viejos tenis importados.

“Estos zapatos son unos tenis talla 48 y tienen muchas capas de suela porque una señora que me los arreglaba, en la Calle 16 con Carrera 9, ya está muy viejita, tiene 87 años, entonces ya no puede retirar el caucho. Ella me cobraba $10.000. Ahora yo soy el que las arreglo, lo único que hago es colocarle hilo y solución a las suelas. Ahora pesa cada una tres kilógramos, o sea, seis kilógramos las dos”, comenta Luis Gonzaga.

Este paisa con más 20 años en Cali se considera más caleño que muchos nativos de la ciudad. Ha entregado su arte y vida al servicio de la ciudad.

“Yo puedo perfectamente ir y quitarme la pintura de la cara pero eso no es lo mío, lo mío es el arte. Donde yo tuviera las mejores presentaciones en teatro serían las mías, pero sin plata no se puede hacer nada”, dice ‘Chaplin’.

Sus días transcurren entre la gente y los vehículos. Un ser humano con preocupaciones, pues debe llevar a su casa todos los días lo del sustento para darle de comer a sus hijos, sobrino y esposa.

“Yo pensé que con la fama que estaba cogiendo con esto, mis niñas no iban a sufrir. Yo ya iba haciendo un futuro para mí y para ellas, pero resulta que no se me han dado las cosas, a veces pienso y me pregunto: será que estoy pagando algo malo que hice, no maté a nadie, de pronto quitaba algo al descuidado, pero no más. Que lo pague yo, mis niñas no”, afirma Luis Gonzaga, seguido de un silencio sostenido.

Con su característico traje de Chaplin, Luis Gonzaga pasa sus días haciendo lo que más le apasiona. (Foto: Andrés Felipe Carmona).

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