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lunes, 22 de julio de 2013

Análisis. Las razones de la crisis política en Egipto

Los seguidores del ex presidente Morsi siguen en las calles del El Cairo exigiendo el retorno del líder de la hermandad musulmana a la presidencia egipcia como fue elegido en las elecciones de 2012. (Foto tomada de actualidad.rt.com).



Islamistas hostigados

Lo grave en Egipto es que el golpe de Estado del 3 de julio rompió el proceso de construcción institucional ganado con la caída de Mubarack. Y el hostigamiento contra los islamistas resalta una intolerancia con este populoso sector de la población a quien se le cierran las puertas para que gobiernen. Entonces pensaran, ¿para qué ganar las elecciones? Abriéndole camino a la guerra civil.

Por Alberto Ramos Garbiras (*)
La protesta egipcia desde el 30 de junio 2013 ha sido continua pero ha tenido dos etapas y unas subfases. 1) Etapa del 30 de junio hasta el 3 de julio, una etapa contra el  presidente Morsi exigiéndole cambios, pidiendo un gobierno de unidad nacional, y la desislamización de la administración pública. 2) etapa del 4 de julio hasta hoy, las multitudinarias protestas de los seguidores de Morsi, para que le retornen el cargo. Y la subfase de una confusión de mítines, unos en contra y otros a favor, en  medio de  la dubitación de los partidos políticos y la entronización del ejército.

Otro aspecto que puede tenerse en la cuenta para el análisis político es la erosión de la legitimidad. No basta ganar las elecciones y obtener la legitimidad para gobernar, hay que sostener esa legitimidad para gobernar, con el ejercicio adecuado del poder. La salida masiva y constante a las plazas públicas impugnando las omisiones o las medidas que lesionan a la población, permiten medir la deslegitimación del gobierno, su desprestigio.


El islamismo está dividido, los  islamistas salafistas son moderados y no pretenden tener un gobierno coránico. Los islamistas de la hermandad musulmana, con el partido Justicia y libertad, quieren una Constitución bajo los parámetros de la Sharia: elementos religiosos. Los salafistas del partido Nur actuaron como pro-golpistas y ahora tratan de distanciarse, vetaron al premio Nobel Al Baradei, pero aprueban una hoja de ruta con elecciones a 6 meses y el Decreto autoritario del presidente transitorio Mansur. Los militares coquetean con los del Nur para darse un baño islamista de fachada con la coalición.

En Egipto el islamismo se entronizó en la política en 1928. Desde esa fecha habían aspirado al poder; con Morsi lo obtuvieron y la temporada solo les duró un año. Las rebeliones árabes del 2011 permitieron, sin quererlo, que el islamismo ascendiera electoralmente a los gobiernos de Túnez y Egipto. En Turquía también gobiernan los islamistas. Con el golpe de estado de Al Sisi en Egipto se desequilibró el cuadro político y las consecuencias pueden ser funestas. Si los islamistas no son aperturistas, los golpistas aprovechan, y la sociedad civil pluralista se moviliza contra los intentos teocráticos. Y los EEUU encontraran un tapón contra el radicalismo yihahidista. Y se facilitará el resurgir del terrorismo en estos países para descontrolar a unos y a otros.

Lo grave en Egipto es que el golpe de Estado del 3 de julio rompió el proceso de construcción institucional ganado con la caída de Mubarack. Y el hostigamiento contra los islamistas resalta una intolerancia con este populoso sector de la población a quien se le cierran las puertas para que gobiernen. Entonces pensaran, ¿para qué ganar las elecciones? Abriéndole camino a la guerra civil.
  
(*) Profesor de derecho Internacional de la Universidad Libre.

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