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domingo, 7 de abril de 2013

Crónica. El día que partió el Comandante, camino a mi destino

Hace un mes y dos días partió el líder de la Revolución Bolivariana. Hoy se encuentra presente en cada revolucionario del mundo que lucha por una mejor sociedad.



 “Hasta luego vecino, y ¡que viva Chávez!”

Por Milton Fabián Henao
Mientras el comandante y líder de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez Frías, realizaba su viaje final a la eternidad, yo iniciaba el mío para ir a visitar a  mi familia.

Era una tarde de esas en las que el sol caía  y el ocaso pintaba el cielo de rojo, color de la revolución y de aquel corazón que Chávez puso a palpitar a otro ritmo por toda América Latina. El mismo que hoy se le arruga a sus millones de seguidores al sentir ese vacío que ha dejado el comandante.


Un taxi me trasladaba al seno de los míos y sin preguntar mi destino, la primera frase del taxista alude con su particular lenguaje, pero con profunda convicción: "Chávez fue un loco que se le paró a los gringos para proteger su país”.

El radio del vehículo permitía escuchar al periodista que hablaba sobre la noticia que le daba la vuelta al mundo, insumo de este particular taxista que emitía  sus conceptos a la par de los sonidos que producía la caja de cambios, al parecer un poco averiada por lo mal que se escuchaba.

"Tengo dos hijos y toca sobrevivir con lo que produce este pobre canario". Si viviera en Venezuela  también  manejaría  taxi, pero tendría dos. Es que allá si se puede vivir", dice don Marcos.

Mi viaje continuaba y el del comandante también, mientras  Marcos, taxista desde hace diez  años, decía que "Chávez era Robín Hood, porque le quitaba a los ricos para darle  a los pobres".

“¿A dónde va, señor? Qué pena con usted”, me dijo. Y mientras yo le contaba de mi lugar de destino insistía en decir con desconcierto que "Chávez pensaba tanto que lo quisieron callar, sólo lo pudo hacer ese verraco cáncer".

“¿Y por qué tan interesado en el comandante Chávez?”, le pregunté, a raíz de los reiterados comentarios sobre el líder latinoamericano. "No, es que él hizo por los pobres allá lo que ningún Presidente ha hecho acá en Colombia", respondió.

"No ve la cantidad de marchas que hace aquí la gente para protestar por todo. En cambio en Venezuela la gente hace marchas es para acompañar y escuchar a Chávez. Oiga, y es que si era charlón", dijo refiriéndose a los prolongados discursos del comandante.

“¿Usted qué dice, vecino?”, me pregunta. Yo le contesté  que fue el hombre que sembró conciencia, como lo decía a menudo en sus espléndidas, prolijas, descriptivas y académicas narraciones.

El líder que logró hacer una revolución de pensamiento con la palabra y no con las armas, como sucedió en otros países del continente, siendo esa una diferencia  sustancial con relación a otros líderes revolucionarios.

El comandante que dijo un día la “mejor institución de Venezuela es la conciencia de su pueblo”. El hombre que debido a su humanismo, su amor por la vida  y su contante lucha por un mundo mejor, lo convirtió en una leyenda que  hoy recorre las calles de Venezuela hecho pueblo.

“Usted es como chavista”, me decía a raíz de mi respuesta, al tiempo que continuaba conduciendo aquel vehículo de servicio público con el cual atravesábamos Cali. Nuestro diálogo ya se había extendido igual que el viaje, aunque faltaban algunas apostillas por enunciar y algunos kilómetros por recorrer.

“Es que mire, hermano, como estamos de jodidos aquí en Colombia. No le miento si le digo que con su carrera apenas completo lo de la entrega para el dueño. Y de aquí en adelante, a conseguirse el arrocito”.

“Aquí la vida es muy difícil. Allá hasta la gente estudia gratis. Y mire usted.  Vi en las noticias que en varios municipios de frontera con Venezuela la gente recibió subsidios de Chávez. Y no es mentira, yo conozco un familiar de mi cuñado que es colombiano, vivía con los ‘venecos’ y ya tiene casa”.

“Uno aquí en su tierra,  eso es  un sueño. Escasamente alcanza para sobrevivir”, termina diciendo don Marcos.

Al fin llego a mi destino y a esa hora el presidente arribaba al suyo. La capilla ardiente donde su pueblo le rendiría tributo, millones de venezolanos y ciudadanos del mundo  que vieron en el comandante la esperanza de una patria libre, con un ideario revolucionario que junto a la espada de Bolívar, recorre  América Latina transformando la conciencia de sus pueblos.

“Hasta luego vecino, y ¡que viva Chávez!”

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