Hace un mes y dos días partió el líder de la Revolución Bolivariana. Hoy se encuentra presente en cada revolucionario del mundo que lucha por una mejor sociedad. |
“Hasta luego vecino, y ¡que viva Chávez!”
Por
Milton Fabián Henao
Mientras
el comandante y líder de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez Frías,
realizaba su viaje final a la eternidad, yo iniciaba el mío para ir
a visitar a mi familia.
Era
una tarde de esas en las que el sol caía y el ocaso pintaba el
cielo de rojo, color de la revolución y de aquel corazón que Chávez puso
a palpitar a otro ritmo por toda América Latina. El mismo que hoy se le arruga
a sus millones de seguidores al sentir ese vacío que ha dejado el
comandante.
Un
taxi me trasladaba al seno de los míos y sin preguntar mi destino, la primera
frase del taxista alude con su particular lenguaje, pero con profunda
convicción: "Chávez fue un loco que se le paró a los gringos para
proteger su país”.
El
radio del vehículo permitía escuchar al periodista que hablaba sobre la noticia
que le daba la vuelta al mundo, insumo de este particular taxista que
emitía sus conceptos a la par de los sonidos que producía la caja
de cambios, al parecer un poco averiada por lo mal que se escuchaba.
"Tengo
dos hijos y toca sobrevivir con lo que produce este pobre
canario". Si viviera en Venezuela también
manejaría taxi, pero tendría dos. Es que allá si se puede
vivir", dice don Marcos.
Mi
viaje continuaba y el del comandante también, mientras Marcos,
taxista desde hace diez años, decía que "Chávez era Robín Hood,
porque le quitaba a los ricos para darle a los pobres".
“¿A
dónde va, señor? Qué pena con usted”, me dijo. Y mientras yo le contaba de mi
lugar de destino insistía en decir con desconcierto que "Chávez pensaba
tanto que lo quisieron callar, sólo lo pudo hacer ese verraco cáncer".
“¿Y
por qué tan interesado en el comandante Chávez?”, le pregunté, a raíz de los reiterados
comentarios sobre el líder latinoamericano. "No, es que él hizo por los
pobres allá lo que ningún Presidente ha hecho acá en Colombia", respondió.
"No
ve la cantidad de marchas que hace aquí la gente para protestar por todo. En
cambio en Venezuela la gente hace marchas es para acompañar y escuchar a
Chávez. Oiga, y es que si era charlón", dijo refiriéndose a los
prolongados discursos del comandante.
“¿Usted
qué dice, vecino?”, me pregunta. Yo le contesté que fue el hombre que
sembró conciencia, como lo decía a menudo en sus espléndidas, prolijas,
descriptivas y académicas narraciones.
El
líder que logró hacer una revolución de pensamiento con la palabra y no con las
armas, como sucedió en otros países del continente, siendo esa una
diferencia sustancial con relación a otros líderes revolucionarios.
El
comandante que dijo un día la “mejor institución de Venezuela es la conciencia
de su pueblo”. El hombre que debido a su humanismo, su amor por la vida y
su contante lucha por un mundo mejor, lo convirtió en una leyenda que hoy
recorre las calles de Venezuela hecho pueblo.
“Usted
es como chavista”, me decía a raíz de mi respuesta, al tiempo que
continuaba conduciendo aquel vehículo de servicio público con el cual atravesábamos
Cali. Nuestro diálogo ya se había extendido igual que el viaje, aunque
faltaban algunas apostillas por enunciar y algunos kilómetros por recorrer.
“Es
que mire, hermano, como estamos de jodidos aquí en Colombia. No le miento si le
digo que con su carrera apenas completo lo de la entrega para el dueño. Y de
aquí en adelante, a conseguirse el arrocito”.
“Aquí
la vida es muy difícil. Allá hasta la gente estudia gratis. Y mire usted.
Vi en las noticias que en varios municipios de frontera con Venezuela la gente
recibió subsidios de Chávez. Y no es mentira, yo conozco un familiar de mi
cuñado que es colombiano, vivía con los ‘venecos’ y ya tiene casa”.
“Uno
aquí en su tierra, eso es un sueño. Escasamente alcanza para
sobrevivir”, termina diciendo don Marcos.
Al
fin llego a mi destino y a esa hora el presidente arribaba al suyo. La capilla
ardiente donde su pueblo le rendiría tributo, millones de venezolanos y
ciudadanos del mundo que vieron en el comandante la esperanza de una
patria libre, con un ideario revolucionario que junto a la espada de Bolívar,
recorre América Latina transformando la conciencia de sus pueblos.
“Hasta
luego vecino, y ¡que viva Chávez!”
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