Victoria Ríos se
llevó el Palma de Oro 2012
Con
la crónica Yaneth, la otra cara de las
pandillas en Palmira, publicada en la edición No. 16 de PARÉNTESIS, Victoria
Ríos obtuvo el sábado 21 de abril el Premio Palma de Oro 2012, otorgado por la
Fundación Periodistas en Acción, Funprensa.
En
su crónica, Victoria Ríos relata el trabajo social de Janeth Mosquera en la
Comuna 1 de Palmira, orientado a sacar a muchos jóvenes del mundo de las
pandillas para que se sientan útiles a la comunidad.
Janeth
Mosquera, ‘La Princesa Africana’, como la llaman sus vecinos en Poparán, lidera
30 proyectos en el Cauca y en el Valle del Cauca en los que se acerca a cada
sector a reconocer sus conflictos para luego tomar las riendas del asunto y
vivir para la gente que la necesita.
La
galardonada es estudiante de Comunicación Social de la Universidad Santiago de
Cali y colaboradora del periódico PARÉNTESIS, medio que saluda este
reconocimiento a Victoria y lo recibe también como un estímulo al desarrollo del
periodismo alternativo.
Victoria Ríos, con varios de los integrantes del Equipo de Redacción de PARÉNTESIS, compartiendo su premio el martes 24 de abril de 2012. (Foto: Giovanny Ramón). |
Este es el texto de la crónica ganadora:
Crónica. El conflicto en la Comuna 1 de Palmira
Yaneth, la
otra cara de las pandillas
‘La Princesa
Africana’, como la llaman sus vecinos en Popayán, lidera 30 proyectos en el
Cauca y el Valle del Cauca. Ella se acerca a cada sector a reconocer sus
conflictos, para luego tomar las riendas del asunto y vivir para la gente que
la necesita.
Por Victoria Ríos (*)
Los
procesos de resocialización que vive el sector más afectado por la delincuencia
común en Palmira son el foco de una mujer que se pasa la vida resolviendo los
conflictos de las comunidades sin pedir nada a cambio. Yaneth Mosquera saca la
cara y pone las manos en el fuego por todos aquellos que delinquieron y hoy
piden una oportunidad.
Hace
calor en agosto. Temporada de cometas y soles insoportables. Soles de
espejismos en el asfalto que se combinan con los cuerpos de mujeres que caminan
en conjunto por las calles. Pieles ajadas, exceso en el maquillaje y escasez en
las ropas. Exceso de niños, escasez de tranquilidad. Es así como se torna cada
partícula que conforma el ambiente de las calles del barrio 20 de Julio de
Palmira.
“Hasta
aquí la traigo, señorita”, me dijo el conductor del taxi mientras miraba
inquieto cada movimiento a su alrededor. Entendió mi gesto de desprotección y
explico: “Lo que le falta para llegar hasta el Polideportivo le toca caminando.
Aquí no se entra ni de noche ni de día”.
Salí
del taxi en cuanto le entregué el dinero y sin titubear empecé a caminar
intentando pasar inadvertida entre las miradas inquisidoras de cada persona que
me topaba en el camino. Vi toda su esencia en las no más de tres cuadras que
recorrí. Inseguridad, desconfianza, niños sin culpa alguna, mujeres culpables
de nacer donde les tocó, hombres culpables de haber nacido donde no podían
hacer más daño.
El
polideportivo es más bien pequeño. Cerca de la caseta comunal y en la parte
central del barrio. Rodeado de árboles recientemente sembrados, bancas recuperadas
y el rastro de una mano de obra que además de ser pulcra rompía evidentemente
con el paisaje pesado y oscuro de su contexto. Al fondo estaba ella.
Una
negra de cuerpo inmenso, vestida como las orquídeas, con una carcajada
esperanzadora, llena de mundo, llena de paz. Provoca vivir cuando se mira a
Yaneth Mosquera. La galardonada mujer de 40 años que sobrevivió a la violencia
de conflictos armados, atentados y a un cáncer que amenazaba acabar con su vida
en tres meses y que luego de de diez años no se decide a llevársela.
Se
desenvolvía con tal desparpajo que era imposible no reconocerla. Entre caras de
hombres y mujeres sin esperanza, ella alumbraba con su propio brillo. El brillo
de la valentía, la fuerza y la capacidad de mover comunidades enteras.
Cruzamos
las miradas y con un gesto me invitó a entrar en su espacio. Mujeres y hombres
me reparaban detalladamente y en silencio, mientras que Yaneth levantaba la voz
para explicar ante su gente el motivo de mi visita. Se delegaron las funciones
mientras que curiosamente yo los observaba, y de manera conjunta empezaron a
trabajar.
Entre
risas ella se acercó a mí, tomó mi mano en señal de saludo fraterno y sin
más empezó a contarme de qué se trataba lo que en el momento ocurría ante mis
ojos.
--Todos
los que ve aquí fueron alguna vez delincuentes. Venimos trabajando con ellos
hace menos de cinco meses y los resultados saltan a la vista.
Yaneth
Mosquera, la señora del brillo en los ojos, lidera, en compañía de la Alcaldía,
un proyecto de resocialización de un grupo de jóvenes del municipio de Palmira
a través de un modelo de formación sobre recursos naturales y convivencia
comunitaria. Esto se lleva a cabo a partir de actividades de soberanía
alimentaria, desarrollo sostenible, mantenimiento y limpieza de zonas verdes,
parques y recuperación de cuencas.
--Los
muchachos han hecho un comité de vigilancia que se encarga de la seguridad del
sector y al mismo tiempo las mujeres se encargan de la soberanía alimentaria,
sembrando sus propias hortalizas y usándolas para su beneficio.
Con
gestos que evocan la satisfacción, Yaneth contaba cada cosa que ha logrado con
este proyecto que ha resocializado a más de 50 adolescentes y niños habitantes
de la Comuna 1 de Palmira. Por mucho, el sector más violento de la ciudad,
atropellado por la ola de violencia y delitos de las bandas delincuenciales que
se disputan el territorio para robar, atracar, vender drogas y enfrentarse en
una guerra sin fundamento.
Pero
Yaneth Mosquera no solo ha sido la redentora de este sector marginado al que le
ha costado mantenerse en la lucha por recuperar la tranquilidad de caminar por
las calles sin temerle a nada. Esta líder comunitaria fue condecorada en el año
2007 con el premio a La Mujer Cafam por su importante labor con las más de mil
familias de escasos recursos que viven a las orillas del rio Pubas en Popayán,
y con los que promovió programas de alfabetización entre las comunidades
aledañas a la quebrada.
‘La
Princesa Africana’, como la llaman sus vecinos en Popayán, lidera más de 30
proyectos en diferentes municipios del Cauca y Valle del Cauca. Acercándose a
cada sector a reconocer sus conflictos y problemáticas, para luego tomar las
riendas del asunto y vivir para la gente que la necesita.
--En
Palmira, por ejemplo, el proceso lo inició la Policía Comunitaria, pero no se
pudo llegar a concretar un acuerdo con las bandas delincuenciales del sector.
Por eso me apropié del proyecto que, financiado por la Alcaldía Municipal, fue
mucho más fácil de ejecutar.
El
subintendente Lisandro Burgos Patiño, actual jefe de la Policía Comunitaria de
Palmira, inició un proceso de resocialización en el barrio Caimitos de esta
ciudad que, infortunadamente, quedó inconcluso por la falta de inversión de la
Administración de Raúl Arboleda. Sin embargo, este proceso inicial fue la base
del actual proyecto que se ejecuta con los habitantes de los barrios de esta
comuna que no termina de sufrir por los altos niveles de violencia que allí se
experimentan.
Al
mismo tiempo que la conversación con Yaneth avanzaba, ella, en medio de bromas
y bailes, invitaba a su gente a contar sus historias de vida, con el afán de
restarse protagonismo y con un gesto de humildad increíble hacia que sus muchachos
expresaran inquietudes y contaran, desde su experiencia, cuál era la
perspectiva del actor de violencia que entiende que las armas y el terror no
son una vía de hecho que encuentre buenos resultados.
Todos
contaron historias: ellas, de lo aburridas que estaban con sus labores
domésticas y de las infinitas ganas de aprender; ellos, de cómo tomaron la
decisión de escapar del ambiente que los llevó a tocar fondo y de la frialdad
con la que alguna vez delinquieron, pero todos coincidían en algo: Yaneth Mosquera
les había enseñado a plantar en huertas y a sembrar árboles, y más que eso,
había iniciado con ellos el proceso de dejar de sobrevivir para aprender a
vivir y a hacer de esa vida un motivo para ser mejores seres humanos.
Johan
Jair González y su pareja Miyerlandi Zapata, él de 28 años y ella, de 24,
tienen un par de hijos que estudian en las tardes y dedican las mañanas con sus
padres a cuidar las zonas asignadas por el proyecto. Él pertenecía a la banda
delincuencial de su barrio y ella lo veía delinquir esperando que sus hijos no
pasaran hambre. De acuerdo con las apreciaciones de Johan Jair, el proyecto les
permite cambiar su vida y la vida de sus hijos, generando un patrón de crianza
en el que todos tienen participación de forma contundente.
--Aquí
todos estamos agradecidos con la señora Yaneth. Porque aunque a veces es
difícil sostener a nuestras familias y nos vemos tentados a seguir robando,
ella siempre ha invitado a seguir luchando por mejorar nuestra calidad de vida.
Yaneth
Mosquera, madre de tres hijos y víctima del desplazamiento forzado, se juega la
vida por aliviar el dolor del que lo necesita. Se siente orgullosa de su
trabajo, ha tentado a la muerte en más de una ocasión y se ha burlado en su
cara dejándole claro que no es el momento indicado. Ella, que se funde con el
sol y los fuertes vientos de agosto, se exhibe frente a los que alguna vez
fueron violentos como un ejemplo de vida que vale la pena seguir.
Hace
calor en agosto. Temporada de cometas y soles insoportables. Soles de
espejismos en el asfalto que se combinan con los cuerpos de mujeres que caminan
en conjunto por las calles del barrio 20 de Julio de Palmira. Soles que
alumbran la sonrisa de hombres, mujeres y niños que construyen un oasis en
medio de un desierto donde carecen las oportunidades y se vive un reinado de
violencia y extorsión que todavía no termina. Soles que, con Yaneth y su grupo
de jóvenes, me acompañan en el camino para salir de aquella zona en la que “no
se entra ni de noche, ni de día”.
(*)
Estudiante de Comunicación Social de la Usaca. vicky2603@gmail.com.
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